viernes, 23 de marzo de 2018

Entrevista capotiana a Juan José Rastrollo


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan José Rastrollo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Supongo que (como visitante) en un monasterio o en algún lugar donde pudiera concentrarme y pensar en lo realmente importante; eso sí, siempre y cuando disfrutara de un determinado margen de libertad de acción. Fantaseo con una esfera o espacio de reflexión sin móviles ni pantallas.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Aunque adoro a los animales, me interesa más la gente. Escuchar conversaciones ajenas atrapadas de aquí y de allá. Sobre todo, compartir experiencias con personas totalmente distintas a las personas que frecuento. Desconfío de aquellas personas que aman más a los animales que a las personas. De la misma manera que recelo de aquellos que siente animadversión por los animales.
¿Es usted cruel?
En ocasiones. Supongo que como todo el mundo. Pretendo empatizar con los problemas ajenos, pero debo admitir que a veces uno se mueve por intereses propios y puede ser desconsiderado o “cruel” con las personas a las que quiere. La mala conciencia que genera este sentimiento de crueldad reconocido por uno mismo es de hecho un tema nuclear en mi novela Berlín Barcelona Kabarett.
¿Tiene muchos amigos?
Los suficientes como para poder dedicarles el tiempo que los amigos realmente necesitan. No voy contándolos, ni mucho menos, pero sí que he notado en determinados momentos de mi vida que me sobrepasaba la cantidad, al menos como te digo en el sentido en que entiendo la palabra “amigo”, sin banalizar el sentido del término o su integridad. En esos casos, lo mejor ha sido limpiar agenda y centrarse en los que realmente valían la pena.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Respeto, tolerancia, comprensión, compartir gustos y sensibilidades y, sobre todo, no sentir la presión de su presencia o la necesidad de colmar espacios de silencio compartidos con palabras insustanciales o conversaciones huecas.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
A veces. No pretendo ser muy exigente ni tampoco esperar que todo el mundo te dé lo que tú das, pero ciertas pequeñas traiciones pueden hacerme sentir la desolación de la decepción. Esto me preocupa, porque, aunque no soy rencoroso, después no hay marcha atrás, y no por falta de ganas de recomponer una amistad, sino porque queda un poso de amargura y desagrado hacia el decepcionante difícil de superar.
¿Es usted una persona sincera? 
Creo que sí, aunque no debe ser uno mismo quien responda a esa pregunta. La sinceridad, creo, entendida como un saber decir no en determinadas ocasiones aunque uno se gane enemigos o nos pongamos a ciertas personas en contra. Aunque, para ser honestos, con el tiempo uno aprende que a veces es mejor el silencio que la confesión sincera.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Es difícil responder en estos momentos de mi vida a esta pregunta, porque con el trabajo y el nacimiento de mis dos hijos ya no sé realmente que es tener tiempo libre. Me gustaría sobre todo ocupar ese tiempo libre para escribir con calma. Pero escribir con cierta autoexigencia es sufrir, así que prefiero responder con lo que realmente no me supone ningún esfuerzo, que es leyendo, charlando, paseando, viajando, escuchando música, asistiendo a conciertos, viendo cine…
¿Qué le da más miedo?
La soledad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Poco ya. Aunque me sorprenden aún ciertas realidades reconocidas como normales o institucionalizadas como la venta de armas, la crueldad de la sanidad norteamericana, el racismo, el supremacismo, la corrupción o la caspa política que desfila por cada rincón de este país.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Supongo que lo mismo que hago, enseñar. Aunque debo admitir que mi vocación frustrada es la de periodista, y sobre todo la de locutor de radio. La creatividad puede estar presente en cualquier actividad que hagas. No hay nada más estimulante y creativo que cultivar un campo de nabos o dedicarse a la apicultura.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, cuando tengo tiempo, moneo por el gimnasio fortaleciendo la musculatura o montado en alguna bicicleta aeroestática atento a las pantallas de las insufribles TV1 y TV3, canales anulados en el televisor de casa por su sectarismo.
¿Sabe cocinar?
Sí, y creo que no lo hago mal. No hay nada más estimulante que improvisar y sorprenderse a uno mismo añadiendo un ingrediente nuevo a la paella o dedicar un sábado por la mañana a elaborar una ensaladilla rusa casera.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Supongo que de ficción a Bartleby el escribiente. Creo que no hay personaje más fascinante que este absoluto desconocido que se rebela contra las normas de lo establecido desde la inoperancia y la impostura. Si se tratase de un personaje real, elegiría a mi hija Lucía, tan insufrible y fascinantemente complicada en ocasiones.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Agua.
¿Y la más peligrosa?
Últimamente, “democracia”. El sentido de la palabra se ha ido pervirtiendo a lo largo de la Historia. En nombre de ella los políticos manipulan y alcanzan el poder con fines totalitarios.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, aunque sí borrar del mapa.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me defino como una persona de izquierdas moderada. En estos momentos la izquierda de este país (y la derecha menos aún) no me representa porque se mueve más por intereses partidistas, tiene pocas miras políticas y vive más preocupada por mantener su escaño que por defender políticas sociales y ampliar derechos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un pájaro.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Dormir ocho horas y disfrutar de instantes de silencio y calma.
¿Y sus virtudes?
Quizás la constancia y la autoexigencia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Las descritas por Poe en sus relatos sobre enterramientos prematuros: asfixiado bajo tierra, encerrado en un panteón familiar… Esas imágenes que describe el narrador norteamericano me persiguen todavía en mis pesadillas.
T. M.