viernes, 13 de abril de 2018

Entrevista capotiana a Alberto Blanco

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Alberto Blanco.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Elegiría Roma porque su belleza se adapta perfectamente a mi respiración. Es una belleza original y soberbia, pero también anárquica, fragmentaria, ruidosa, vital.  
¿Prefiere los animales a la gente?
No, ni mucho menos. Tengo que decir que mi relación con los animales nunca ha sido fácil. Con las personas, al menos, mis relaciones son mucho más variadas.
¿Es usted cruel?
No, tengo sólo un pronto malo que procuro ahogar todo lo que puedo.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo unos cuantos. Y los valoro mucho.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Como diría Picasso, más que buscar, encuentro. Encuentro en los futuros amigos algo así como un enamoramiento mutuo; aunque con menor intensidad que en una pareja, claro. Las virtudes y los vicios del amigo serán los que tengan que ser.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Ya he explicado cual es mi idea de un amigo. La decepción más que con él sería conmigo mismo por no haber sabido mantener la llama.
¿Es usted una persona sincera?
De joven tenía el vicio de la sinceridad permanente y eso me trajo muchos disgustos, algunos de ellos muy justificados. Ser sincero puede ser una actitud poco social, puede encerrar un lado oscuro, una forma de pretender ser mejor que los demás, de intentar ejercer poder sobre ellos. La verdad no siempre es cariñosa, a veces se escupe o se acuchilla con ella. Yo a veces era sincero de buena fe y otras veces no tanto. Afortunadamente con la edad creo que estoy aprendiendo a ser más sinceramente sincero. Valoro mucho a las personas que lo han logrado.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con la lectura, la escritura, la familia, las cenas con amigos regadas con un buen vino, los viajes, los paseos por el campo, el golf, los conciertos de música clásica… Y armonizar unas ocupaciones con otras, como si pasara de un movimiento musical a otro que necesita de otro tempo para equilibrar el conjunto. Y también que de pronto falle la armonía porque la vida estalle y se oigan ruidos.
¿Qué le da más miedo?
El miedo mismo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Hace unos días visité el campo de concentración nazi de Dachau. Eso me escandalizó profundamente. También me escandaliza la situación de las mujeres en países como Afganistán, o el terror que se vive en un país como Corea del Norte, o la miseria en muchos países, o el hecho de que fondos de inversión se enriquezcan destruyendo empresas y dejen a mucha gente sin trabajo. Y también me escandaliza que haya “moralistas” que se escandalicen por deporte, por placer, para así sentirse superiores moralmente a los demás.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Soy profesor de matemáticas de secundaria, esa es mi ocupación más habitual. También he trabajado como ingeniero aeronáutico, jefe de obra empleado en una constructora, director de proyectos, profesor de filosofía y de más joven como repartidor de pizzas. Hay momentos en que tal vez me hubiera gustado ser arquitecto. En cualquier caso, siempre he necesitado de un determinado tiempo para la creación.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Juego a golf y camino una hora diaria.
¿Sabe cocinar?
Me gusta más comer que cocinar.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Marcel Proust. A pesar de estar muerto, es la segunda persona que más ha influido en mi vida. Fue mi mejor profesor, un profesor de los sentidos corporales. Cada vez que escucho su nombre me da un vuelco el corazón por los momentos tan preciosos que me hizo vivir.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
La misión del escritor es quitar el óxido que se va acumulando en todas las palabras. Quiero decir que todas están llenas de óxido. Pero bueno, si me veo forzado a elegir una, aunque con muchos reparos, sabiendo que en ocasiones se ha utilizado para matar, diría amor.
¿Y la más peligrosa?
Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, cuando tenía 15 años un chico me dio una tremenda paliza que yo consideraba totalmente injustificada y pensé en vengarme, en matarlo, durante años. Afortunadamente ese odio un día se disolvió.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me considero liberal; no neoliberal. Hago mías las ideas liberales que inspiraron la declaración de derechos humanos y las constituciones de muchos países occidentales. El liberalismo además huye de dogmas, aprende a adaptarse a cada época. Me siento hijo de la Ilustración en lo político. Aunque en lo artístico me siento más identificado con otras épocas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un habitante del siglo XXII, simplemente para satisfacer una curiosidad: me intriga mucho saber cómo se vivirá en esa época.  Mi formación es científica y filosófica, y creo que los cambios tecnológicos van a configurar un mundo completamente distinto. Ya lo están empezando a hacer.           
¿Cuáles son sus vicios principales?
Creo que ya he ido dando pistas de ellos. A veces debería callarme la boca y otras veces debería hablar más. Debería querer más a según qué personas, y menos a según que otras.
¿Y sus virtudes?
La gente a la que quiero suele decir que soy cariñoso.  Y estoy siempre abierto al conocimiento, a cambiar de parecer, a nuevas amistades, nuevos viajes, etc.                    
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La primera sería la de la oscuridad, una oscuridad todavía turbulenta. Sentiría curiosidad por saber qué va a pasar, como el que tiene un número de lotería y escucha la radio por si le toca el “gordo”. Después me vendrían las imágenes de las personas que quiero, a las que me gustaría seguir alentando de alguna manera. Y sí, supongo que ya de forma inconsciente, el olor de mi madre, el primer beso a una chica en una caseta oscura, el instante en que alzaba el retel del agua del río y había más de un cangrejo,  la luz de la India, la flor del manzano que describe Proust…
T. M.