sábado, 14 de abril de 2018

Sergio Pitol: el rusófilo que tendió puentes


Apunta otro gran narrador mexicano, Juan Villoro, en un ensayo sobre literatura rusa, que Sergio Pitol, en su libro “El viaje”, contó que en la infancia tenía un atlas con personajes del mundo. Él se identificaba con “Iván, niño ruso”; de tal modo que aquello “fue la semilla de una vocación que lo llevaría a vivir en Moscú y a traducir a Chéjov, Nabokov y Pilniak”. Esa clave infantil abre la de su interés literario del resto de su vida, de su vocación viajera –vivió en barcos como un personaje de Conrad–, de su labor profesional, pues “este diálogo de un renovador de la literatura mexicana con sus colegas rusos tendió un puente decisivo”. Dos generaciones se habían encontrado en 1978 en un congreso en que un autor consagrado ayudaba a un principiante: Pitol, que acabaría por traducir unos cien libros del ruso, presentaba a Villoro, quien desde entonces lo llamaría “mi modelo”.

Publicado en La Razón, 13-IV-2018