sábado, 7 de abril de 2018

Entrevista capotiana a Francisco Solano


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Francisco Solano.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La orilla de un río.
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
Reconozco la crueldad verbal por las consecuencias.
¿Tiene muchos amigos?
No. Los que duran son pocos, y a veces sobreviene un reconocimiento.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Bondad, inteligencia, encanto, comprensión tácita.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Con la decepción desaparecen.
¿Es usted una persona sincera? 
Es una tentativa que no puedo garantizar.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No he conseguido liberarme del tiempo.
¿Qué le da más miedo?
Las ideas fijas.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La estupidez.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Algún trabajo artesanal. Por ejemplo, carpintería.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
¿Pasear es un ejercicio físico?
¿Sabe cocinar?
Unos pocos platos con la ayuda del horno.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Uno inexistente cuya biografía inventaría.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
«Allí.»
¿Y la más peligrosa?
«Yo.»
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
A nadie en concreto. Pero mi imaginación es limitada.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Creo que simpaticé con la izquierda. Me ha quedado esa nostalgia.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
El salmón que vence la corriente.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No reconocer las adicciones.
¿Y sus virtudes?
No creer demasiado en mí mismo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La primera vez que vi el mar.
T. M.