En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rafael Espejo.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una
madriguera de suricatos, con muchos pasadizos secretos. Pero siendo yo un
suricato, claro, sino resultaría un tanto incómodo.
¿Prefiere los animales a la gente?
No veo la
diferencia.
¿Es usted cruel?
De pequeño pisé a posta un caracol y todavía me pesa.
¿Tiene muchos amigos?
¿Tiene muchos amigos?
Lo que pasa es que
desde los 18 llevo una vida nómada, y he ido constantemente haciendo amigos
nuevos por el camino, y desatendiendo un poco a los que iban quedando atrás. No
por antojo: por imposibilidad. Tendría que clonarme muchas veces para mantener
una relación estrechísima con todos, si es que hablamos de amigos íntimos. Pero
si no es tan estupenda la pregunta, diré que tengo una colección de amigos intermitentes
de los que me siento muy orgulloso.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean inteligentes,
emocionales y divertidos. Pero no les paso un test, es una conclusión que
extraigo ahora sobre la marcha, a posteriori.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No por costumbre.
Además, como decía antes, el nomadismo impone un filtro, obliga a un reciclaje
de amistades, a una especie de selección natural a la que sólo sobreviven los
mejores. Y a esos, en todo caso, los decepciono yo cuando me largo a otra parte.
¿Es usted una persona sincera?
A menudo. Sobre todo
conmigo. De todas formas creo que la sinceridad
está sobrevalorada. Se puede ser bueno, amable y generoso sin atenerse
estrictamente a la verdad de los hechos. Yo tiendo a adornar la realidad cuando
cuento algo, ya en un poema ya en casa, pero sólo por hacerla más emocionante,
o menos previsible, o esperpéntica, qué sé yo. La verdad a secas sólo admite
una interpretación, y a mí lo que me gusta es especular.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Prácticamente todo
mi tiempo es libre. En mi vida no hay lunes, martes, miércoles, jueves,
viernes, sábados ni domingos. Mis días no están estructurados.
¿Qué le da más miedo?
La neurosis en la
que se han instalado las sociedades modernas. Cualquier opinión pronunciada en
público puede ofender a siete colectivos. Lo políticamente correcto es una
nueva máscara de la censura.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Dos cosas: la
ambición ciega –por no decir analfabeta- de la mayoría de los líderes
planetarios, y la salchipapa de Leticia Sabater.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Arrepentirme. En
ocasiones echo de menos ser una estrella del rock, pero me temo que, incluso en
ese caso, me arrepentiría de no haber sido escritor.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Alguna vez, mientras
paseo a mis perros por el campo, el cuerpo me ha pedido que trote. Pero se
ponen nerviosos, de modo que tengo que parar en seguida.
¿Sabe cocinar?
Se me dan bien los
potajes. Aunque normalmente no pienso en comer hasta que tengo hambre, y
entonces combino lo que encuentro en la despensa y el frigo, pero por
intuición, sin recetas. Y para bien o para mal, suelo sorprenderme.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Carl Sagan. He
llegado a soñar que era mi amigo. De él admiro incluso sus jerséis de cuello
vuelto.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Quizás.
¿Y la más peligrosa?
¡Yomás! (Lo escribo
junto para ceñirme a tu pregunta.)
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Radicalmente nunca.
No tolero que en mi presencia se mate a una mosca, por ejemplo. Me parece
terrible que tengamos el poder de acabar porque sí con otras vidas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
El ecologismo (que
no lo considero una opción ética, sino un deber gubernamental) y las políticas
sociales. De modo que blanco y en botella.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un árbol milenario
que haya pasado desapercibido para la humanidad. Es decir: un gnomo muerto.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Madrugar y fumar.
Fumo a diario.
¿Y sus virtudes?
Que me conformo con
poco y que casi todo me hace gracia. Me considero, además, una de las personas
más leales que conozco, pero también una de las más rencorosas cuando me la
juegan.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Uf, no sé yo si
estaría para imágenes. Quizá una panorámica de la Vía Láctea, por aquello del
fin de ciclo. Pero con angustia, en cualquier caso. Me encanta vivir.
T. M.