lunes, 14 de mayo de 2018

Un judío claro y profundo


Establecido en Estados Unidos desde 1935, lo que le llevaría a divulgar sus obras en inglés desde que se diera a conocer con «Satán en Goray» –sobre la Polonia guerrera y exorcista del siglo XVII–, al polaco en lengua yidis Isaac Bashavis Singer su insistencia en recrear el ambiente religioso de sus orígenes familiares le convertiría en el escritor judío por antonomasia. Por esa fidelidad a la historia del judaísmo y a su maltratado país recibiría el premio Nobel en 1978, pero hoy creo que es farragoso leer al Singer novelista, como se aprecia en sus voluminosas obras. Es el caso de «La casa de Jampol», sobre un comerciante que crea fortuna mientras sufre diversas desgracias personales, o «La familia Moskat», sobre otro judío acaudalado que verá divergencias que irán asolando a sus hijos, nietos, amigos y conciudadanos.

Singer despliega en cambio su verdadero talento narrativo en el relato breve, como puede comprobarse gracias a esta antología hecha por el propio autor –que eligió cuarenta y siete del más del centenar que tenía a su disposición– y traducida por Rhoda Henelde y Jacob Abecasis. Así, este vegetariano hasta la médula –«en relación con los animales, toda la gente son nazi», llegó a decir–, compaginó su tarea periodística a favor de los judíos con la escritura de historias tan logradas como “Guimpl el ingenuo”, acerca de un tipo inocente del que se burlan todos, “El caballero de Cracovia”, con aliento folclórico y diablesco, o el magistral “El Spinoza de la calle del Mercado”, en que un erudito solitario que se sabe de memoria la “Ética” del filósofo holandés vivirá una inesperada dicha.

Casi siempre con un toque de humor sutil detrás, cuando no un ambiente kafkiano, por lo absurdo u opresivo de muchas situaciones, Singer logró lo que, como asegura en una nota inicial datada en 1981, tiene que ser la literatura, que “informa a la vez que entretiene. Consigue ser clara al mismo tiempo que profunda”. Convirtiendo al Maligno en personaje tentador, inventando un Miami vacío, o recreando una sesión espiritista cerca de Central Park, por destacar tres argumentos entre una mayoría de ficciones fabulosas, el escritor se alejó en sus prosas cortas de los temas recurrentes de su novelística –por qué los judíos no tienen su propia tierra; “el lobo nazi” (Hitler)– para dar lo mejor de sí mismo y convertirse en un cuentista ya situado en la senda de los maestros del género.

Publicado en La Razón, 10-V-2018