Establecido en Estados Unidos desde 1935, lo que le llevaría a divulgar
sus obras en inglés desde que se diera a conocer con «Satán en Goray» –sobre la
Polonia guerrera y exorcista del siglo XVII–, al polaco en lengua yidis Isaac Bashavis Singer su insistencia en
recrear el ambiente religioso de sus orígenes familiares le convertiría en el
escritor judío por antonomasia. Por esa fidelidad a la historia del
judaísmo y a su maltratado país recibiría el premio Nobel en 1978, pero hoy
creo que es farragoso leer al Singer novelista, como se aprecia en sus
voluminosas obras. Es el caso de «La casa de Jampol», sobre un comerciante que
crea fortuna mientras sufre diversas desgracias personales, o «La familia
Moskat», sobre otro judío acaudalado que verá divergencias que irán asolando a
sus hijos, nietos, amigos y conciudadanos.
Singer despliega en cambio su verdadero talento narrativo en el relato
breve, como puede comprobarse gracias a esta antología hecha por el propio
autor –que eligió cuarenta y siete del más del centenar que tenía a su
disposición– y traducida por Rhoda Henelde y Jacob Abecasis. Así, este
vegetariano hasta la médula –«en relación con los animales, toda la gente son
nazi», llegó a decir–, compaginó su tarea periodística a favor de los judíos
con la escritura de historias tan logradas como “Guimpl el ingenuo”, acerca de
un tipo inocente del que se burlan todos, “El caballero de Cracovia”, con
aliento folclórico y diablesco, o el magistral “El Spinoza de la calle del
Mercado”, en que un erudito solitario que se sabe de memoria la “Ética” del
filósofo holandés vivirá una inesperada dicha.
Casi siempre con un toque de humor sutil detrás, cuando no un ambiente
kafkiano, por lo absurdo u opresivo de muchas situaciones, Singer logró lo que,
como asegura en una nota inicial datada en 1981, tiene que ser la literatura,
que “informa a la vez que entretiene. Consigue ser clara al mismo tiempo que
profunda”. Convirtiendo al Maligno en personaje tentador, inventando un Miami
vacío, o recreando una sesión espiritista cerca de Central Park, por destacar
tres argumentos entre una mayoría de ficciones fabulosas, el escritor se alejó
en sus prosas cortas de los temas recurrentes de su novelística –por qué los
judíos no tienen su propia tierra; “el lobo nazi” (Hitler)– para dar lo mejor
de sí mismo y convertirse en un cuentista ya situado en la senda de los
maestros del género.
Publicado
en La Razón, 10-V-2018