Calle de Toledo, Getafe, Cuatro
Caminos, paseo de la Castellana, plaza de Cibeles, plaza Santa Ana, calle del
Gato, Puerta del Sol, Aranjuez… Estos lugares que son recodos habituales para
el turista del siglo XXI que pasa por Madrid tuvieron hace cien años un
cronista de altura, que remataba sus poemas concretando cada lugar, como
certificando la realidad tras colocar en versos su observación. Fue este poeta,
que prácticamente sólo es conocido por su relevante obra narrativa, John Dos
Passos, quien firmó un único libro de poesía, “A Pushcart at the Curb” (1922),
del que “Invierno en Castilla” es su parte más importante, como dice John Dos
Passos Coggin en el prefacio de “Invierno en Castilla y otros poemas”. “Cuando
Dos Passos era un niño viajó mucho con sus padres por Europa. Siempre tuvo un
profundo sentimiento de desarraigo y, por ello, la literatura se convirtió en
su hogar permanente. Sin embargo, desde su primera visita a España encontró el
calor y la sensación de pertenencia que tanto anhelaba”, sigue diciendo el
nieto del escritor de Chicago.
Era 1916. Un Dos Passos de veinte
años se acababa de graduar en Harvard –donde estudió literatura europea– y
visitaba Madrid lleno de entusiasmo, por sus cafés y su cultura mestiza, fruto
de siglos de diferentes civilizaciones, permaneciendo en España en aquella
ocasión casi tres meses. Recorrió lugares como Cartagena, Alicante y Tarragona,
y tres años más tarde regresaría para quedarse ocho meses, todo lo cual le
inspiraría su libro de viajes “Rocinante vuelve al camino”. Al fin, su eclosión
como novelista sucedería durante la década siguiente, pero es en estos poemas y
en su mirada viajera, curiosa y descriptiva, donde Dos Passos cultiva y forma
su percepción del mundo, la entrena para que surjan novelas tan audaces, desde
el punto de vista estilístico y estructural, como “Manhattan Transfer” o la
trilogía “U.S.A.”. Es asimismo el Dos Passos empático, compasivo, que capta el
desgarro de las gentes más humildes, pero sin sentimentalismo, con la sobriedad
del que mira y anota, con mirada de pintor, con anotación lírica.
Visión cervantina
Tal actitud solidaria hacia el
prójimo, que se extendería a la España que sufrió la guerra, a la que acudió y
en la que perdió a amigos muy queridos, se iba a reflejar en un libro que hace
un tiempo se publicó entre nosotros, «Ante
la silla eléctrica» (2011), la crónica de una muerte anunciada:
la de los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, ejecutados en la
silla eléctrica en 1927 tras siete años de cárcel, los cuales habían sido
detenidos y acusados de robo y asesinato. Quien más a fondo estudió el caso fue
Dos Passos, célebre ya por su “Manhattan Transfer” (1925), dentro de un gran
número de intelectuales que se posicionó frente a las irregularidades
apreciadas en el juicio, como Albert Einstein, Bertrand Russell, Marie Curie,
Thomas Mann, G. B. Shaw o H .G. En vano, Dos Passos pediría: “Salven a Sacco y
Vanzetti”, en un caso que se introdujo en el imaginario colectivo de Estados
Unidos para que no se olvidara que se cometió una injusticia por culpa de una
mezcla de temor por el comunismo y xenofobia, llevando a la muerte a dos
obreros por su ideología.
Eulalia Piñero Gil, profesora
titular de Literatura y Estudios de Género de la Universidad Autónoma de
Madrid, se encarga de traducir y prologar magnífica y extensamente estos
poemas, haciendo un somero repaso a la vida de un Dos Passos que ya de joven
fue activista en contra de la Primera Guerra Mundial e incluso pisó el frente
de Verdún para ayudar a rescatar heridos. En todos estos versos tenemos a un
Dos Passos andariego, cervantino, que mira a los ciegos y a los niños, a las
mujeres enfrascadas en sus labores, al afilador y al que muele, a las
vendedoras de flores o al lechero. Es el detalle contemplativo convertido en
estrofa naturalista: “Una mujer con paraguas / mira hacia delante / y se recoge
el vestido / para evitar el barro del pavimento”, dice en un poema marcado por
“el lento golpeteo de la lluvia”, mientras que en la calle Atocha ve “una
anciana arrugada y desdentada / [que] tirita de frío en la esquina de la calle
tormentosa / muestra sus castañas asadas de forma sugerente / como hijas
casaderas”.
De modo que, como explica la
traductora, Dos Passos se dedica “a retratar verbalmente escenas pintorescas y
sesudas apreciaciones” sobre Madrid, Castilla-La Mancha, Extremadura, Andalucía
y Valencia, la amada tierra de su héroe Don Quijote. Él mismo era un individuo
idealista que en España trabó amistad con personalidades antagónicas, caso del
egocéntrico y egoísta Hemingway y su apreciado amigo José Robles Pazos, que se
convertiría en su traductor al español y que desaparecía, asesinado, en 1936,
provocándole el mayor de los sufrimientos.
Publicado en La Razón,
5-VII-2018