viernes, 6 de julio de 2018

Entrevista capotiana a Muriel Villanueva


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Muriel Villanueva.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una cabaña ante el mar, en una pequeña isla.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Aunque a veces en mis novelas hablan, en realidad los animales no tienen mucha conversación.
¿Es usted cruel?
No si me doy cuenta, aunque, desde que soy madre e intento aprender a poner límites, a veces me sorprendo sintiéndome culpable y dudando sobre si quizás podría llegar a serlo.
¿Tiene muchos amigos?
Muchos, sí. Me cuesta muy poco intimar mucho con la gente que me gusta. Y cuido mis amistades; aunque sea de uvas a peras, intento no perder el contacto y dar siempre a entender que estoy ahí para ellos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sinceridad y calidez. A veces busco la perfección pero intento estar alerta y no pasarme pidiendo peras al olmo. Yo tampoco soy un peral.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Solo a veces, como yo a ellos. Intento aprender a perdonar, aunque desde mi perfeccionismo patológico eso cuesta lo suyo.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí. A veces demasiado. Prefiero hacer daño a mentir, aunque ni siquiera esté moralmente de acuerdo con ello.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Viendo buen cine y buenas series, si puede ser con palomitas dulces de colores.
¿Qué le da más miedo?
El dolor emocional. La sensación de abandono, aunque me la cree yo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? El abuso sexual infantil. El abuso en general. Y el sufrimiento de los niños en cualquier otro ámbito.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Vivir en la ceguera.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Yoga.
¿Sabe cocinar?
Sí. Y me gusta hacerlo. Tiro de improvisación. Odio las recetas, no porque sea yo la más original sino por pura pereza de leerlas.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Frida Khalo, sin duda.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Mentira.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Pues claro.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Izquierdas. Democracia real, libertad real.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Pintora.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Juzgar a los demás. Juzgarme a mí misma.
¿Y sus virtudes?
La claridad. La capacidad de mejorar. El interés por la gente.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Leonardo DiCaprio al final de Titanic, mi abuelo en su silla de ruedas, mi padre haciendo una paella, mi madre comiéndose las uñas, mis hijos ahogándose y la mano salvadora de mi marido.
T. M.