La joven Tres Puntos Ediciones ha
tenido el gran acierto de recuperar la obra crítica de un lector extraordinario
que llevaba demasiadas décadas desaparecido del contexto en lengua española, el
norteamericano Lionel Trilling. Mediante “El derecho a escribir mal”, el
traductor Tal Pinto nos acerca a un pensador del que aprender a cómo
enfrentarse a textos canónicos de la historia de la literatura con tanta
hondura como amenidad. Así, sus opiniones son un ejemplo de inteligencia,
sensibilidad y finísima ironía que a buen seguro también fueron los aspectos
preponderantes que exhibiera como profesor en la Universidad de Columbia,
donde, además de estudiar, trabajó desde 1932 hasta su muerte.
A sus clases acudieron escritores
como Jack Kerouac o Allen Ginsberg, y él mismo publicó una novela y, de forma
póstuma, un libro de cuentos, pero es su vertiente ensayística la que lo
encumbró a mediados de siglo, con “La imaginación literaria”, que fue un
superventas, sobre todo. De este libro y de otros como “The Moral Obligation to
be Intelligent”, Pinto ha extraído textos, por un lado, sobre autores
concretos: Tolstói, Nabokov, Twain, Fitzgerald, Edith Wharton, Bábel,
Hemingway, Flaubert; y por el otro, sobre diversos asuntos en torno a la
escritura, la perdurabilidad del género novelístico o la enseñanza de la
literatura.
A partir de una fabulosa cita de
Bábel, que habló del derecho a escribir mal, nada menos, que en el Primer
Congreso de Escritores de la URSS, en 1934, diciendo que ese era el único
derecho que tenían en un país en que se carecía de todos, Trilling despliega
todo un alud de consideraciones que iluminan nuestras lecturas previas y animan
a hacer otras nuevas. «Leemos novelas y vivimos la vida, y cuando decimos de
ciertas novelas que las “vivimos”, es solo una manera de hablar. Pero es una
manera de hablar necesaria para indicar la naturaleza del arte de Tolstói»,
dice con respecto a “Anna Karénina”. Con ello se adentra en “lo real” de la
ficción, en cómo el autor ruso exploró algo que podemos llamar objetividad y que
surgía de “la fuerza de su amor”.
Vale mucho la pena adentrarse en
esta idea que aquí únicamente hacemos asomar, así como conocer su visión sobre
“Huckleberry Finn”, “uno de los documentos centrales de la cultura
norteamericana” cuyo mayor poder reside en “decir la verdad” y en que es tanto
una historia para niños como para adultos. Ya dijo Hemingway que toda la prosa
estadounidense parte de dicha obra, y para este autor Trilling también tiene
deliciosas disquisiciones, en torno a sus cuentos en contraste con una obra de
teatro y sus novelas. Es siempre una mirada crítica fresca y sencilla, delicada
y empática, que valora “Lolita” por algo tan agradecido como que despierte el
deseo, pues no en balde “es uno de los efectos de la literatura”, por más que su
tema sea un tabú escandaloso; y asimismo, sigue los pasos del perfeccionista
Flaubert en “Bouvard y Pécuchet”, o el heroísmo amoroso de un F. S. Fitzgerald
tan talentoso como desgraciado.
Publicado en La Razón,
5-VII-2018