En 1972, Truman Capote publicó un original texto que
venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros
ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con
astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Alejandro Sebastiani Verlezza.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
A mí que me suelten en el sur de Italia, allá lo tengo
todo: la buena comida, las callejuelas, las mujeres bonitas, los restos
paganos, el mar, las canciones, la respiración del presente, el caos y la consciencia
trágica necesaria para andar por la vida “sin poder salir”. Capito?
¿Prefiere los animales a la
gente?
Prefiero a la gente que sabe de su lado animal, la forma
de moverse de los pájaros y los perros, los loros, las guacamayas y sus canturreos
acelerados, los gatos, las gatas; los pulpos (¡hola, Octavio!), los ciempiés
que gozan en el giro, porque no pueden hacer otra cosa.
¿Es usted cruel?
¡Empezando por mí mismo! A veces con poca compasión. El ring diario:
peleador, público y árbitro. Dale y dale: al mentón, al estómago, al hígado,
un, dos, pá, pá, paj. Alguna vez se apaciguará. De hecho, lo hace, lo hace, poco
a poco, pianissimo, ahí va.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo amigos.
¿Qué cualidades busca en sus
amigos?
La nobleza, la belleza, el buen corazón, la justeza, la solidaridad, la
verdad por la calle del medio, siempre, aunque duela. Por eso son siempre
pocos.
¿Suelen decepcionarle sus
amigos?
Sería extraño y hasta ingenuo pretender que nunca ocurran los desencuentros,
los momentos de discordia y pesar. Me los han provocado y seguro que los
provoco. Pero si se impone la sinceridad todo avanza y si hay de veras amistad entonces
toca saber que las cosas son como vienen y no siempre como uno quiere.
Equilibrismos. A veces sencillamente toca decir: ¡al carajo!
¿Es usted una persona
sincera?
Lo soy. Y cuando trato de no serlo, se me nota en el
rostro, los gestos. Puede ser un problema, créeme, puede ser una salvación. La
máscara se me tambalea, por suerte. Sí.
¿Cómo prefiere ocupar su
tiempo libre?
Tengo muy poco tiempo libre, cada vez menos, pero me gusta mucho caminar y
caminar. Suelo detenerme en una avenida que está muy cerca de donde vivo y me
quedo observando su movimiento, sobre todo por las noches. Eso.
¿Qué le da más miedo?
Las dictaduras, los gobiernos que pretenden alterar los
recuerdos y los hábitos.
¿Qué le escandaliza, si es
que hay algo que le escandalice?
¡Las dictaduras, los gobiernos que pretenden alterar los recuerdos y los
hábitos, las colas para comprar el pan, la (hiper)inflación, la pobreza, la
miseria, la gente revolviendo las bolsas de basura, la corrupción, el uso
ideológico del carnet, todo el mal regado por cada rincón del atribulado país
donde vivo, dominado por el impulso desorbitante de la destrucción que llevan
adelante los agentes del Caos!
Si no hubiera decidido ser
escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Quizás médico, quizás antropólogo, quizás un sencillo
hombre del mar y el campo, un arreador de bestias.
¿Practica algún tipo de
ejercicio físico?
Caminar y caminar.
¿Sabe cocinar?
¡Claro! Desde pequeño.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno
de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Pienso en cinco personas. La primera: mi madre.
¿Cuál es, en cualquier idioma,
la palabra más llena de esperanza?
La palabra deriva, la palabra presente.
¿Y la más peligrosa?
Gulag.
¿Alguna vez ha querido matar
a alguien?
¡Para qué! Que baile el dios.
¿Cuáles son sus tendencias
políticas?
Aquello de Keats: que la belleza sea la verdad y la verdad la belleza.
Si pudiera ser otra cosa,
¿qué le gustaría ser?
¡Mago, médico, escultor, geólogo, oceanógrafo, viajero, sobre
todo viajero!
¿Cuáles son sus vicios
principales?
Puedo tener la lengua muy pesada. Ya con tener a raya ese vicio tengo para ocuparme media vida. Si te refieres a los
tragos, el tabaco, la lotería, son caramelitos ocasionales; si te refieres a
las drogas duras, no me interesan, con las que tengo dentro de mí mismo ya
tengo suficiente.
¿Y sus virtudes?
Como dice el letrero aquel: “SE BUSCA”.
Imagine que se está
ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
¡Ya me ha pasado! No hay tiempo de ver mucho. El agua se te mete por todas
las esquinas y no sabes nada, hasta que otra mano te saca del trance y
respiras. Todo se apaga. Y luego, por suerte, abres los ojos. Y constatas el
mundo de nuevo, avergonzado, con un poco de tos y un ardor que cruza desde los
ojos hasta la garganta, algo así como volver a nacer. Bonitas “imágenes”, ¿no?
T. M.