sábado, 13 de octubre de 2018

Entrevista capotiana a Ignacio Peyró


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ignacio Peyró.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Extremadura.
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
No.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo muchos y a la vez no más de media docena.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No he buscado a mis amigos –me han sido dados.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No: por eso son mis amigos.
¿Es usted una persona sincera? 
Soy gran partidario de la mentira cortés: “¡qué bien te queda esa corbata!”, etc. A veces la mentira es preferible al drama.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gusta mucho leer.
¿Qué le da más miedo?
Los males imprevistos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El abuso de la fuerza.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiese gustado ser rico, monje, historiador o constitucionalista –son oficios que, en un momento dado, se me hubieran dado bien.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino.
¿Sabe cocinar?
Cocino poco y muy sencillo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Bernardo de Claraval.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Maternidad.
¿Y la más peligrosa?
“¡La última!”
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
El ideal, como diría Disraeli, es  buscar “la elevación de la condición de las gentes”, por un lado, sin por otro “violentar los principios de verdad económica sobre los que reposa la prosperidad de los Estados”.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Algo bonito –un tapiz, un pájaro.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Una copa o dos sí me gusta beberme.
¿Y sus virtudes?
No sobresalgo en ninguna.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Espero que alguna de agradecimiento: el calor privilegiado de una infancia y una familia felices, allá por los ochenta, en el noroeste de Madrid.
T. M.