jueves, 11 de octubre de 2018

Entrevista capotiana a Nando López


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Nando López.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Cualquiera que sea alérgico a las banderas.
¿Prefiere los animales a la gente?
Me gustan ambos. No tengo demasiadas dosis de misantropía en mí.
¿Es usted cruel?
Todos sabemos serlo. En mi caso, me esfuerzo por evitarlo.
¿Tiene muchos amigos?
Muchos, sí. La amistad en mi vida es lo que me hace sentir que, pese a todos mis errores, hay algo que sí debo de hacer bien.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sobre todo, lealtad y sentido del humor. Parece sencillo, pero no son dos cualidades que abunden. Y, menos aún, las dos a la vez.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Alguna decepción hubo, cómo no, pero creo que porque en realidad nunca fueron amigos. El error fue mío al atribuirles una palabra que debe emplearse con mucho más cuidado.
¿Es usted una persona sincera? 
Intento serlo, aunque siempre con delicadeza. Hay verdades innecesariamente hirientes que, en realidad, no nacen de la franqueza, sino de sentimientos mucho más oscuros, como la envidia. En esos casos, la verdad se utiliza siempre como coartada.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con la gente que quiero. Mi pareja, mis amigos, mi familia… El oficio de escritor exige muchas horas de soledad, así que aquellas en las que no trabajo, intento evitar ese aislamiento. Y si ese tiempo se destina a viajar, a compartir unas cervezas o a una buena cena, mejor aún.
¿Qué le da más miedo?
Traicionarme.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La cerrazón mental. Me escandaliza, me indigna y me enfada. No soporto a quienes prejuzgan o, peor aún, marginan y segregan.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Sería profesor, que es otro modo de crear, solo que desde el aula. Lo fui en un instituto público durante más de diez años y recuerdo esa etapa como una de las mejoras de mi vida.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Intento ir dos o tres veces por semana al gimnasio. Poco más.
¿Sabe cocinar?
Lo justo y necesario para asegurarme la supervivencia, pero ni lo disfruto ni está entre mis grandes aptitudes.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Emilia Pardo Bazán, me fascina su vida y su obra, además de que es una de las novelistas que más me deslumbró en mi adolescencia.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Futuro, porque al pronunciarlo asumimos que existe.
¿Y la más peligrosa?
Normal. Es el adjetivo que ha servido siempre de excusa a lo largo de la Historia para excluir a quienes no se ajustaban a los cánones exigidos por la mayoría.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Y espero no experimentar jamás ese sentimiento.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Basta con leer uno solo de mis libros para entender que me considero de izquierdas, aunque eso suponga cuestionárselo todo continuamente. No es una posición cómoda, pero es la única en la que creo de verdad.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?  
Dueño de una librería. O de un cine. O productor teatral… Sería algo donde la ficción siguiera presente en mi vida, no concibo mi día a día sin ella.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La impaciencia y la impulsividad, sin duda. Tener que conjugar el verbo esperar me causa estragos.
¿Y sus virtudes?
La imaginación -viene con el oficio, supongo- y, aunque no siempre se logre, la empatía. Intento ponerme en la piel de quien tengo junto a mí.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?  
Ninguna: pelearía por no ahogarme hasta el final. Si hay algo que soy es vitalista.
T. M.