martes, 9 de octubre de 2018

Entrevista capotiana a Susana Cella

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Susana Cella.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Buenos Aires, mi ciudad natal. Desde ese hecho inaugural, mi nacimiento, todo aquello que considero lo más raigal, significativo, ineludible, me ocurrió en Buenos Aires. Es la matriz de mi lengua, de mis fervores, angustias, odios y amores, la habito siempre, donde sea que me hayan llevado los caminos, tanto en el interior de mi patria como en otros sitios. De ahí que suscriba aquella frase de Borges: “Yo he estado y estaré siempre en Buenos Aires”. Ese “he estado” de Borges para mí alude –y creo que para él también- no a un pretérito sino más bien a un presente perfecto, el pasado que se enlaza con el presente y ese presente involucra un destino, futuridad que halla su certeza en la extensión del presente.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, prefiero a la gente. Recordé aquella frase que le fue adjudicada a varios personajes, la que decía “cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro”. En absoluto concuerdo, más bien me afilio a esa otra, atribuida a Publio Terencio Africano: Homo sum, humani nihil a me alienum puto”, que significa: “Soy un hombre, pienso que nada de lo humano me es ajeno". Desde luego eso de “hombre” no refiere a género sexual, sino a la condición de ser humano, desde ella siento y pienso y así afirmo que todo lo que tiene que ver con la humanidad me concierne. También recuerdo aquellas palabras de una meditación de John Donne (que Ernest Heminway rescató para una de sus novelas,  Por quién doblan las campanas): “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.
¿Es usted cruel?
En mis fantasías apenas puedo imaginar crueldades, apenas y leves. En mis actos nada tiene que ver con la crueldad, me repugna, me parece una degradación, aún si pienso en las crueldades simbólicas, las de despreciar al otro, la de colocarlo en un lugar inferior por conveniencias o creencias. Y si alguna crueldad simbólica ejerzo, como un insulto, un desaire o un gesto despectivo (muchas veces inconsciente), me desprecio a mí misma por caer en esa lógica. No podría infligir daño a nadie, más bien me afinco a poner límites a la impunidad ante actos crueles que hubieran cometido. Podría pensar en que alguna crueldad anida en mis ironías, por tanto es una crueldad limitada, sólo entiende la ironía quien conoce aquello que se está ironizando. Creo que sí debo cuidar que mi tendencia al desprecio no se convierta en crueldad.
¿Tiene muchos amigos?
Si pienso en la amistad como una relación cercana, afectiva, empática, de valores y experiencias compartidas, podría contabilizar amigos y amigas que se sucedieron en el tiempo y con eso distinguir cómo es la amistad según el momento en que se acontece. Así pienso en aquellas amistades de la adolescencia, donde hay exploraciones, expectativas y travesuras, muy íntimas y empáticas, muy cercanas y cotidianas y con todo el tiempo del mundo imaginariamente pensado para concebir una eterna amistad. Las que se arman por ejemplo con una compañera o compañero de estudios, con alguien vecino. El tiempo de esas amistades cesa cuando indefectiblemente cada amiga o amigo y uno mismo comienza a diversificar su vida, entabla nuevas relaciones y aparece la conciencia de la finitud. El tiempo dedicado a las confidencias y juegos cede no solamente porque cada amigo o amiga entra en un ritmo particular de trabajo o estudio sino también porque aparecen otras personas, amigos posibles o no. Y aparecen también las relaciones de pareja que involucran un cambio. En el transcurso de los años, intervienen muchas cosas deshacen la fulguración de la amistad adolescente. En cuanto a mi experiencia, he disfrutado y padecido eso que llamé amistad adolescente, luego surgieron amistades diversas, siempre tuvieron que ver con algo razones, sentimientos similares, y desde luego estuvieron las causales de separación, la distancia, el trabajo, los senderos seguidos por cada quien. A veces pude disfrutar y disfruto de la felicidad del reencuentro o de una soterrada amistad que se preservó, en otros casos la separación fue definitiva (elegida por el amigo o la amiga o por mí). Tuve amigas y amigos, y tengo. Y pienso en la felicidad de aquellos amigos y amigas que perduran, como también pienso en el destino que me separó de otros. No podría decir, según lo que pienso que es la amistad, no una simple coincidencia, sino algo más íntimo y fuerte, que tengo o he tenido muchos amigos, sí, desde luego relaciones de compañerismo. Pero eso que nos hace pensar en el amigo o la amiga como alguien con quien se comparten felicidades, desdichas, sentimientos, no puede, me parece sino estar acotado a un número reducido de gente, digo, la fuerte empatía que hace que a uno la reconforte tener amistades duraderas, que han seguido y siguen, aun cuando de pronto haya lapsos en que no nos veamos o comuniquemos. Ahí están, fieles amistades. Pocas pero buenas, porque no me interesa tanto la cantidad como la calidad de tal relación.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La franqueza, la lealtad, el fondo mismo de las congruencias que sueldan una relación. La posibilidad de saber que con ellos o ellas uno cuenta, y que también uno cuenta para ellos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Alguna decepción he tenido, pero no es una constante, por lo mismo que decía antes de eso que hace a la amistad una relación duradera. Todos vamos haciendo nuestros caminos, nuestras elecciones, optamos por fervores que de pronto no compartimos. Más que hablar de decepción, prefiero pensar en que las relaciones humanas son diversas y cambiantes, sólo en algún caso muy puntual me vi decepcionada por quienes consideré amigos. Sí he tenido decepciones respecto de gente que consideré cercana y “amigable”, pero bueno, esto no cuenta si hablamos de amistad.
¿Es usted una persona sincera? 
Uno de los rasgos que más detesto en las conductas de la gente es la hipocresía. En ese sentido soy sincera, mi sinceridad además suele manifestarse, inconscientemente, en los gestos que surgen –me lo han dicho- sin que yo lo registrara conscientemente, ante una mentira, una impostura, algo que yo rechazara. De ahí deduzco una sinceridad que a veces no tengo en las palabras, digo, me sería difícil enrostrarle a alguien a boca de jarro que es un fatuo, un mentiroso o cosas similares. Supongo que se lo hago saber por mis expresiones no habladas.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
El tiempo libre es para mí casi una utopía. Sin embargo puedo decir que si me remito a momentos en los cuales puedo tener lapsos para hacer lo que me gusta más, lo que puedo disponer o se me impone para que el deseo de bienestar surja, son aquellos en que leo, tratando de recuperar, sin que me importe otra cosa, ese placer de la infancia cuando me adentraba en alguna novela, o en un filme. Y aquellos momentos en que, como decía José Martí, “cuando poesía en tu seno descansar me es dado”, o sea, cuando todo lo demás cede ante el deseo irrefrenable de escribir, sin excusas, sin dilaciones, sumamente imperativo. Por suerte no he perdido esto, aun cuando acechen las tareas y responsabilidades varias. Debo agregar otra actividad, nadar y tomar sol.
¿Qué le da más miedo?
La represión, las bárbaras acometidas contra la gente. La tortura.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza el uso discrecional de la fuerza, el avasallamiento a los débiles. Las explícitas e implícitas declaraciones contra los más elementales derechos humanos.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Supongo que decir que me habría gustado ser actriz no responde, porque se trata ahí también de una vida creativa. Pienso, y no se me ocurre otra cosa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Natación, es maravilloso para mí moverse en el agua, mirar por debajo de la superficie.
¿Sabe cocinar?
No, pero  quisiera hacer una distinción entre “cocinar” y “hacer la comida” donde cocinar sería dedicar un tiempo a elaborar un plato o un menú, sin que haya otras cosas entre medio, apuros, tareas. Sería algo que se hace con tiempo y dedicación. En cambio “hacer la comida” es la tarea cotidiana de presentar un alimento en la mesa familiar, hecho entre medio de obligaciones, a la salida del trabajo, como una más de las tareas a cumplir diaria y rutinariamente. Cocinar sería más bien lo excepcional. Sin embargo, admiro esa cualidad de quienes saben conjugar el cocinar con hacer la comida, y tengo el ejemplo más cercano en mi mamá, que, para mí mágicamente, puede producir un exquisito menú con pocos elementos, sabiendo condimentar, combinar, sacar a punto lo que sea que haya usado para “hacer la comida”.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
No  fácil, porque tengo varios personajes inolvidables. Aquí se me presenta la cuestión de si hablar de personajes en sentido literario o personajes como personas a las que he constituido como mis entrañables afectos. No sé qué pide el Reader´s Digest, esa publicación para mí es una remota referencia que me remonta a la infancia porque mi papá la compraba, luego no me quedaron más que recuerdos borrosos de ella, como las “citas citables”. Por tanto para hablar de “personajes inolvidables” hablaría de “personas” cuyo recuerdo me acecha diariamente y de los “personajes” en cuanto a seres puramente ficcionales. En el primer caso nombraría a mi hermanita María y a mi maestro Nicolás Rosa. Si pensara en personajes de notoriedad pública podría mencionar a Pier Paolo Pasolini, y más, en cuanto a personajes literarios, creo que elegiría a Quentin Compson de William Faulkner. 
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, aun cuando he deseado o deseo algunas veces que alguna gente dejara de consumir el oxígeno del planeta, pero no por mis manos. Sí me sucede llorar las partidas de seres valiosos y queridos y pensar en la injusticia de que ellos no estén y otros sigan haciendo maldades por el mundo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
¿Puedo citar de nuevo a José Martí: “Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar? Básicamente en el mandamiento del amor se cifra toda adscripción, elección, tendencia.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Cantante lírica o pianista, toda una utopía para mí.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Si tengo principales, se supone que tengo otros secundarios. Difícil responder en cuanto a los principales, me pongo a pensar para definirlos entre los pecados capitales, y ahí mencionaría la ira y la soberbia, lo que me ubica bastante debajo de los círculos infernales, y tan soberbia soy que de algún modo me alegra, no me gustaría figurar en los pecadillos de la gula o la lujuria. Claro que tampoco en el fondo más fondo, donde anida la traición.
¿Y sus virtudes?
Que no me sea indiferente el sufrimiento del semejante.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Un silo de cemento, una rueda, un alambre tejido, una venda tapándome la boca, un camino lindo con flores, una canción amada, todo eso junto o no. Por otra parte no sé cuál sería el esquema clásico.
T. M.