Hace veinte noviembres, viajé a Venezuela para participar en la Feria del Libro de Caracas. Abro el álbum de aquel viaje y me encuentro con tantas fotografías de lo que fue el debut literario más bonito y especial que pudiera tener. No publiqué El atlas de la memoria en España y mediante los mecanismos habituales, sino en la lejana América, gracias a la editorial Eclepsidra, con la maravillosa Carmen Verde a la cabeza, después de que José Balza le hiciera llegar aquel libro mío. Una cosa llevó a la otra: mi recitado de varios poemas en una emisora de radio en Alcalá de Henares, junto a José, que al final iba a participar en mi poemario por medio de un precioso prólogo; el viaje de mis páginas a Caracas, el ofrecimiento inaudito de publicar el libro allí, la invitación a presentarlo en la feria.
Qué días mágicos aquellos, qué afortunado fui, conociendo la ciudad y la Fundación Casa de la Poesía, el barrio de Altamira, donde me hospedé, y disfrutando de tantas y tantas atenciones por parte de un montón de poetas (conocí fugazmente a Eugenio Montejo y Rafael Cadenas, por cierto); presentando el libro con José, apareciendo en la prensa mediante entrevistas, visitando la localidad costera de Choroní con nuevos amigos después de un largo viaje entre interminables curvas y una arboleda que llegaba al cielo..., todo lo cual siempre llevaré en el corazón. Su recuerdo no me ha abandonado en esta, dios mío, veintena de años transcurridos.