jueves, 13 de diciembre de 2018

Entrevista capotiana a Elena Román

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Elena Román.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Algún sitio donde hubiera mar y montañas, por la amplitud visual con la que me consolaría, pero la verdad es que sólo pensar en el hecho de vivir en un único lugar para siempre, me produce claustrofobia.
¿Prefiere los animales a la gente?
Me gusta la gente y me encantan los animales, pero no hasta el punto de preferirlos. ¿Puedo no preferir a ninguno de los dos…?  
¿Es usted cruel?
No, aunque lo he sido en algún momento concreto. Sobre todo en la infancia y en la adolescencia.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo los amigos necesarios, pocos y fiables. Por otro lado, tengo conocidos hasta aburrirme, literalmente hablando. Y desconocidos tengo todavía más.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Empatía, corazón, honestidad y sentido del humor. Ah, y paciencia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Con los amigos me pasa como con la familia: al presumir de conocerlos, no suelo esperar de ellos más de lo que me dan, al igual que espero lo mismo de ellos.
¿Es usted una persona sincera? 
Trato de serlo siempre y lo consigo casi siempre. No, en serio, suelo ser sincera y guardarme las mentiras para la escritura.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo, paseando, escribiendo… eso en cuanto a gerundios que impliquen silencio, pero también tomándome unas cervezas con las amigas, según el momento.
¿Qué le da más miedo?
La soledad a la fuerza. La intolerancia. La brutalidad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Creo que, hoy por hoy, nada. Indignarme sí me indigno por muchas cosas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Trabajar en una floristería o en una librería; de hecho lo he intentado y lo sigo intentando. El olor que se respira en ambos sitios me vuelve loca.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. Hago gimnasia y camino mucho. Me gustaría practicar la natación más adelante, cuando tenga más tiempo y posibilidades.
¿Sabe cocinar?
Sí, y aunque esté feo que lo diga, cocino bastante bien. Me gusta cocinar, inventar (yo) y descubrir (de los demás), y disfruto de muchos alimentos que no comía antes, sobre todo verduras.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mi madre. Ella da para artículos, poemas, novelas, ensayos, piezas de ópera, etc.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Dinero.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, nunca, pero sí teletransportarlo muy lejos con el pensamiento.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
De izquierdas sin partido que me represente ni bandera que me envuelva.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Pintora. De hecho, siempre he creído que escribir es mi manera de pintar.
¿Cuáles son sus vicios principales?
¿Vicios o defectos? Como defecto, que a veces me paso de autónoma, o de independiente, o de autosuficiente, como se quiera llamar, y me cierro en banda hasta que recapacito. Como vicios, los libros y las cervezas.
¿Y sus virtudes?
La constancia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
¿Ahogándome precisamente?: peces, peces, peces. Y gente a la que quiero.
T. M.