Es Fernando
Pessoa uno de esos escritores que viven una reinterpretación perpetua. Así es y
será: siempre nuevo, siempre deslumbrante, cada vez que se abren los dos baúles
sin fondo en los que dejó treinta mil hojas manuscritas que aún suscitan
sorpresas. El hecho de ser un autor que apenas publicó en vida, un autor de
manuscritos y no de “libros” al uso, más su desdoblamiento en más de cien seudónimos,
incrementa su misterio y hondura. Y a profundizar en esos otros yoes se han
encargado Jerónimo Pizarro y Patricio Ferrari en “Yo soy una antología. 136
autores ficticios” (traducción de Nicolás Barbosa), una tremenda investigación
acerca del “heteronimismo” del poeta luso, después de que en el pasado hubiera
varios intentos de hacerlo, que llegaban a una cifra bastante menor.
La edición
está compuesta por una breve explicación de cada “autor” –hay setenta y siete
que nos eran desconocidos–, con sus firmas facsimilares y un texto a modo de
ejemplo de su obra, más recortes de prensa. Los tres heterónimos más conocidos,
Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Ricardo Reis se rodean así de un montón de
otros yoes pessoanos, configurando un inventario de todas esas almas que el
poeta decía contener y que ya es otro hito de la interminable bibliografía
sobre el lisboeta. Empieza el juego con H. W. M., que inventó a los doce años,
y acaba con María José, una jorobada de diecinueve años que cobró vida hacia
1930. Dos años después, el propio poeta escribiría: “Yo soy una antología”,
para definir su forma de escribir diversa, representada asimismo en el fabuloso
texto en que explicó él mismo “las obras heterónimas de Fernando Pessoa”, todas
ellas individualidades distintas de la de su creador. Realmente, como dicen los
editores, una investigación tan compleja como fascinante en busca de todos
estos vestigios ficcionales.
Publicado en La Razón, 13-XII-2018