viernes, 4 de enero de 2019

Entrevista capotiana a Ruth Miguel Franco


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ruth Miguel Franco.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un bar.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, y no porque me guste la gente.
¿Es usted cruel?
Lo intento con todas mis fuerzas, pero no siempre me sale. Me da mucha rabia, no creas.
¿Tiene muchos amigos?
Sí. Con ellos no soy cruel casi.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean divertidos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No pongo muchas esperanzas en nadie. Es difícil decepcionarme. 
¿Es usted una persona sincera?
Aquí entramos en la paradoja de Epiménides. No podría responder sin mezclar lenguaje y metalenguaje.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Bebiendo y leyendo.
¿Qué le da más miedo?
Satán.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El mal gusto.

Si no hubiera decidido ser escritora, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No llevo una vida creativa. Soy profesora de Sintaxis.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, mucho. Corro y hago una versión de crossfit. Tengo una entrenadora personal que es una bestia maravillosa.
¿Sabe cocinar?
Ayer invité a unos amigos a una lasaña de carne, berenjena y níscalos. De entrantes, minitortillas de patatas con calamares en salsa americana, paté de zanahoria con pistachos, baba ganush, paté de remolacha y wasabi y tapenade. Creo que ahora se entiende mejor lo del deporte.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mi padre. Es poco original, pero es que soy bastante olvidadiza.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Vino.
¿Y la más peligrosa?
Vino.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Tengo una lista moderadamente larga de personas a las que me cargaría con muchísimo gusto. Ellas lo saben, además, y me encargo de recordárselo en cuanto se me presenta la ocasión. Lo primero que pensaría si un médico me dijese: "Señora, le quedan dos afeitadas" sería en llevármelos por delante.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Pija de izquierdas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un reptil gusano.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Casi todos. No hago ascos.
¿Y sus virtudes?
Mi fuerza. Pero también están bastante bien mis abdominales y mis cejas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
En el vídeo de "Paranoid Android", de Radiohead. Vendrían unas sirenas a envolverme en unas mantitas y a remontar un río para colgarme de un árbol. O quizá unos ángeles me llevarían en helicóptero a jugar al ping-pong entre las nubes. Y una vez que me hubiese ahogado, en el vídeo de "Pyramid song". Nunca lo había pensado, pero Radiohead va muy bien para ahogarse.
T. M.