domingo, 10 de febrero de 2019

Entrevista capotiana a Rafael Ruiz Pleguezuelos


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de R. Ruiz Pleguezuelos.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Elegiría el campo, o un pueblo muy pequeño. Una casa en la montaña. Sé que me aburriría de una ciudad, pero nunca de la naturaleza. Si no puedo moverme de un sitio, elijo vivir y trabajar en el campo. Es lo que menos me cansaría. Cada día aprecio menos la vida en la ciudad.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Adoro los animales, pero tengo fe en la gente. Digo esto último porque los animales no te fallan nunca, pero sí las personas. De modo que querer a los demás es un acto de fe.
¿Es usted cruel?
No, al contrario. Mi mayor virtud es la dulzura.
¿Tiene muchos amigos?
Los amigos es la inversión más difícil de una vida. Una mezcla de suerte y carácter, dos términos muy difíciles de medir de manera objetiva. Tengo pocos amigos, pero entiendo que buenos. Parece un lugar común pero lo siento así. No hay más de tres personas a las que llamaría si tuviera un problema. Además me cuesta entender cómo ha llegado a tener un círculo tan cerrado y confiar en tan pocas personas alguien con una vida social tan amplia como yo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Creo que se parecen bastante a mí, en  muchas cosas. Supongo que busco personas afines para compartir una vida.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Me han decepcionado inmensamente los que ya no están en esa lista tan corta.
¿Es usted una persona sincera?
Soy de las personas educadas en la verdad. Es una cuestión familiar. No mentir nunca, a nadie.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Si no estoy leyendo, que es casi todo el tiempo, estoy en el campo. El contacto con la naturaleza, que me es tan necesario. La montaña o el mar.
 ¿Qué le da más miedo?
La enfermedad. Que mi familia pueda sufrir, de la manera que sea. La salud es mi único temor. En lo demás no tengo miedo a nada.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza reconocer lo fácil que se escandaliza la gente. Cada vez tenemos la piel más fina; todo el mundo se rasga las vestiduras si se le pone delante algo con lo que no comulga. Hemos caminado hacia una neomojigatería inversa. Antes se escandalizaban los conservadores, con una visión hipócrita de la vida (sin sexo, sin aceptar la diferencia, sin respetar otras creencias). En vez de desaparecer la mojigatería conservadora, ha aparecido un fenómeno igual (o peor) entre los progres. Escandalizarse porque hay una procesión que lleva saliendo durante siglos, enfadarse porque alguien tenga una creencia que tú no compartes. Hacer una lectura Heidi de las culturas de la inmigración que es socialmente peligrosa. La sociedad, especialmente la española, se hace cada día más puntillosa e intransigente, al tiempo que vendemos un buenrollito de tolerancia universal que aborrezco. La pregunta da en el clavo porque el arte precisamente hace que ames lo distinto. Dedico mi vida al arte entre otras cosas porque creo que es el mejor medio para combatir esas derivas erradas de la sociedad. Eso sí: pienso que hay que apuntar hacia los tics sociales de unos y otros: progres y conservadores.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me cuesta imaginar un mundo en el que no cree, de una manera u otra. Soy el tipo de escritor que percibe cada detalle de su vida desde la literatura, como si fueran una misma cosa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, mucho, siempre que puedo. Fútbol y tenis. El deporte me da felicidad. Te completa.
¿Sabe cocinar?
Nada. Freír un huevo. Soy muy agradecido con quien cocina, porque solamente faltaría que pusiera un defecto a algo cuando no sé cocinar y no me atrae. Me como lo que haya en el plato, donde sea y como sea. Puedo ser perfectamente el escritor menos sibarita del mundo. La moda por la cocina en España no me ha tocado.
Si el Readers Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Francisco Umbral, muy probablemente. En él se da una escritura magistral y una biografía apasionante, de una tristeza sísmica. Hay que reivindicarle como mago del idioma y portador de un pensamiento único. La densidad de Umbral es un regalo. Podríamos dar una conferencia sobre cualquiera de sus artículos de prensa.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
La palabra tiempo. Creo que una de las mayores amenazas del momento que nos ha tocado vivir es la parcelación extrema del tiempo. Prisa para todo, con todos. Contar con tan poco tiempo para lo que verdaderamente nos hace felices.  No disponer de tiempo para el ocio o la familia es un error que deteriora mucho nuestra vida. Así que creo que disponer de mucho tiempo y de calidad va a convertirse en los próximos años en uno de nuestros mayores deseos. También uno el tiempo con la esperanza porque aunque no creo que cure todo, como asegura el dicho, no hay duda de que es tremendamente sanador.
¿Y la más peligrosa?
La colonización del mundo que está haciendo Silicon Valley de manera más o menos silenciosa. Está provocando que abandonemos términos que son esencialmente humanos: privado, propio, íntimo, secreto. Exhibición es una palabra peligrosa. Estamos voceando nuestra vida y qué pensamos a los cuatro vientos, y eso nos convierte en muñequitos vulnerables. Presas perfectas para las grandes empresas.
¿Alguna vez ha pensado matar a alguien?
No. Matar no es una solución sino un nuevo problema.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me encuentro cómodo pensando que soy una persona que parece de izquierdas a los de derechas y derechas a los de izquierda. Pero no me veo abrazando un credo político exclusivo. La realidad es demasiado compleja y cambiante para eso, y la política en el siglo XXI se ha convertido en un mercado de valores de la opinión, con nuestros políticos cambiando de rumbo en cada declaración.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué sería?
El mismo otra vez. No hay nada de lo que me pueda quejar. Estoy agradecido a esta vida.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Soy un escritor demasiado monástico para dedicar tiempo a un vicio. Si algo es exagerado en mí es el defecto de disciplinarme hasta la extenuación. La norma es mi vicio. Me debería dar más espacio y libertad, pero la escritura manda en mí, y no al revés.
¿Y sus virtudes?
Esa disciplina a la que aludía en la pregunta anterior, si supiera llevarla a un término justo con mi cuerpo y con mi vida, sería una virtud. La paciencia. El buen humor. Me gusta pensar que transporto alegría y entusiasmo por la vida a quienes están conmigo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Primero mi familia, seguro. Cada uno de ellos. Mi cabeza montaría una secuencia del amor que les profeso. Y después alguna imagen del niño feliz que fui. Estuve expuesto a un atentado terrorista y esas fueron las imágenes que me venían a la cabeza pensando que podía haber muerto.
T. M.