En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan L. Pulido.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Londres.
¿Prefiere los animales a la gente?
Para nada.
Eso me parece una aberración.
¿Es usted cruel?
No.
¿Tiene muchos amigos?
Menos de
los que quisiera y más de los que merezco.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad y
sentido del humor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sí.
¿Es usted una persona sincera?
Sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Montaña,
lectura y escritura, por ese orden.
¿Qué le da más miedo?
El dolor y
la impotencia física.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
La
contracultura: pensar que todo lo nuestro (la cultura romano-judeo-cristiana),
que todo lo viejo es malo per se. También la doblez y la intolerancia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Montañero
profesional.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Todo el
que me permiten las lesiones de mi cada vez más maltrecho cuerpo.
¿Sabe cocinar?
No.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Maimonides.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Vida.
¿Y la más peligrosa?
Dudo entre
Dios y Pueblo, o entre Camarada y Creyente; en realidad: cualquier
que permita alentar a la masa contra el individuo, cualquiera que conduzca a
colocar por encima de los derechos individuales e inalienables del ser humano
ideas abstractas y discutibles. Cualquiera que ponga a la fe por delante de la
razón.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me temo
que soy irremediablemente socialdemócrata, por tanto, corren malos tiempos para
mí. La socialdemocracia ha muerto de éxito y no encuentra su sitio.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ya lo
dije: montañero profesional o, en su defecto, farero de los de antes.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No puedo
contestar a esto sin la presencia de un abogado.
¿Y sus virtudes?
La fuerza
de voluntad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
El paisaje
volcánico de Guatemala, mi hijo con dos años, yo mismo con cinco años de la
mano de mi abuelo…
T. M.