martes, 16 de abril de 2019

Entrevista capotiana a Antonio Tocornal


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Antonio Tocornal.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una isla dentro de otra isla dentro de otra isla. Es decir, el lugar donde vivo. La primera isla es Mallorca. La segunda es un entorno en las afueras de un pueblo pequeño, en el campo. La tercera es mi casa, que está muy aislada: el vecino más cercano está a centenares de metros. Solo necesito Internet para tener acceso a libros.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero mis perros a la mayoría de la gente. Prefiero la mayoría de mi familia a la mayoría de los animales. Tengo una relación honesta y equilibrada con mis gallinas: yo les doy comida y ellas a mí huevos, y ahí se para la cosa. Pocas relaciones con humanos son así de simples y equilibradas. Prefiero cruzarme con una cucaracha ―odio las cucarachas― que con ciertas personas. De todas las personas, me quedo con mi compañera M. y con mi perra Jazz. De todos los animales, me quedo con la langosta Thermidor.
¿Es usted cruel?
No. ¿Para qué?
¿Tiene muchos amigos?
No. Ninguno.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No tengo amigos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No tengo amigos. Mis perros no me decepcionan.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí. Demasiado. No sabe usted la de problemas que eso ocasiona. Aún así, me gustaría llegar a una sinceridad completa en lo que escribo, pero eso es muy difícil. Estoy en ello. Cuesta mucho librarse de la losa de tabúes que todos arrastramos.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Una de mis preocupaciones principales en este momento de mi vida es aprender a perder el tiempo sin sentirme culpable. Me gusta buscar el sol cuando hace frío y la sombra cuando hace calor. Y perderme en un libro y en un buen vino, y en mis pensamientos, hasta que una idea madura se cae de mi cabeza y de ella brota algo literario.
¿Qué le da más miedo?
La Administración. Así, con mayúscula: una «A» mayúscula que denota arrogancia y gusto por demostrar la posesión del Poder. «Poder» también con mayúscula.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Constatar que la mayoría de las personas son, de forma voluntaria, víctimas del pensamiento dirigido; que están a gusto en la zona de confort que supone el que otros piensen por ellos y que, desde ese estado alienado, se sigan viendo a sí mismos como revolucionarios, aunque no les falte su viaje anual a la Riviera Maya, el último iPhone y Netflix.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Podría ser el farero en un islote desierto y alimentarme de erizos, de pulpos y de higos frescos en verano y secos en invierno, y orinar donde me viniese en gana y que el barquero me trajese libros y vino de vez en cuando y limones para aderezar los erizos y un sombrero de paja y anzuelos para pescar. Eso estaría bien.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino cada día cuatro kilómetros con mis perros, nado uno sin ellos y tengo un huerto grandecito que no se cuida solo, aunque no creo que eso pueda interesar a nadie.
¿Sabe cocinar?
Sé hacer la mejor tortilla de patatas (con cebolla) y el mejor gazpacho (sin cebolla) del mundo, aunque no lo he sometido a un jurado suficientemente amplio, cualificado ni imparcial, ni tengo la intención de hacerlo. Mi lechona al horno de leña tampoco está mal. Sé buscar cosas en Internet y aplicarlas con resultados más o menos aceptables.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Dizzy Gillespie y a Chano Pozo y a lo que hicieron juntos.  (¿Tiene que ser el Reader’s Digest?)
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
No hay ninguna palabra en ningún idioma que contenga esperanza de forma global. En cualquier caso, las hay que pueden contener pequeñas ilusiones de esperanzas personales ―unas diminutas esperanzas-trampantojo― aunque muy limitadas en su alcance.
¿Y la más peligrosa?
Líder.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Casi siempre.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Que me dejen en paz.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Como a un personaje de un cuento mío, me hubiera gustado haber sido el gran trompetista negro de jazz del Nueva York de los años cincuenta. Tener dientes de oro; que me llevasen a los conciertos de los garitos de la calle 52 en un Buick Riviera burdeos, un Studebaker Golden Hawk color vainilla o un Cadillac Eldorado azabache; tomar bourbon y drogas, y que, al acabar de tocar, me esperasen muchachas malas de piernas largas y labios de coral, con vestidos ceñidos como fundas y abiertos por un costado, hasta asomar el encaje de unas medias hipnóticas. Eso habría estado bien.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El vino, el chocolate y el pensamiento crítico.
¿Y sus virtudes?
El ascetismo y que no me meto en la vida de los demás. Además poseo unos glúteos firmes y torneados por la natación.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Da la casualidad de que ya le he visto la cara a la muerte y no es tan mala como la pintan. Dicho esto, no me gustaría morir en el agua: hace frío. Dentro del esquema clásico, para ceñirme a la pregunta de Capote, tal vez a la hora de la muerte me visitaría la idea de que ya pudo Truman Capote haberse trabajado más esta entrevista.
T. M.