Más que una
mera gran actriz, Margarita Xirgu se convirtió, con su prolífica trayectoria
artística en la escena española y latinoamericana, en todo un mito del exilio
republicano de 1939, en particular cuando se la asoció a Federico García Lorca.
Fue también empresaria, directora de escena y pedagoga, y tuvo la valentía de
encarar proyectos teatrales arriesgados, incluso desde el plano estético e
ideológico con los que contribuyó a difundir la obra de los mejores dramaturgos
de su época. Este epistolario en primorosa edición de Manuel Aznar Soler y Francesc Foguet ha
pretendido localizar todas las cartas de la intérprete catalana –hasta la fecha
se había tenido solamente una aproximación parcial de ello– “que vienen a
iluminar su intimidad más recóndita y su compleja –y naturalmente también–
contradictoria personalidad artística y humana”.
Son
cartas en que denuncia el teatro comercial cuando se limita a ser sólo un
negocio que rebaja la calidad para captar a un público mayoritario; en las que
apunta la dureza del trabajo –a veces hacía tres funciones diarias– por tantos
traslados y una vida de hotel en hotel; o en que dice haber sido víctima de una
campaña de los enemigos de la República. Sus destinatarios son diversos y
constituirían un completo quién es quién de la cultura española y catalana:
Pérez Galdós, que le envía su obra “Bárbara”; Adrià Gual, Apel·les Mestres y
Narcís Oller; Eduardo Marquina, a quien le comparte sus éxitos de público;
Jacinto Benavente, nada menos que premio Nobel en 1922, cuyas obras le
proporcionan su mayor gloria en los años veinte; otro autor teatral con el que
tuvo una complicidad enorme, Joaquín Montaner, su mayor interlocutor epistolar
(más de cien cartas), y al que apoyó cuando este fue atacado por Valle-Inclán
en el estreno de una obra por motivos políticos; Cipriano Rivas Cherif, que fue
muy importante para que Xirgu estrenara una pieza de Manuel Azaña cuando este
el presidente del gobierno republicano…
Implicación política
Una
serie de cartas, en definitiva, que abarcan sesenta años de vida y en las que,
por supuesto, aparecerá García Lorca, aunque a través de unas poquísimas y
breves misivas, tanto que en realidad no se justifica que el poeta comparta la
cubierta del libro con la actriz; del autor granadino Xirgu llevó a escena, y a
veces con escaso rédito económico, sus obras “Mariana Pineda”, “La casa de
Bernarda Alba”, “Bodas de sangre” y “Yerma” tanto en Barcelona y Madrid como en
América Latina, y también apoyó a otro vanguardista como Alberti. De hecho, en
1936 se embarcó en una gira americana de la que nunca volvió, desarrollando su
carrera sobre todo en Buenos Aires, Santiago de Chile y Montevideo. “Creo que
Dios me iluminó evitándome ver con mis propios ojos la tragedia de una guerra
civil espantosa en mi país”, le dice a un amigo en 1946 al hablar del porqué de
su no regreso a España”. Lejos de su país, pero siempre en contacto con el
mundo de las letras, Xirgu seguiría manteniendo una postura política muy
implicada, hasta el punto de solidarizarse con Josep Tarradellas o escribir a
J. F. Kennedy para que la política internacional estadounidense tratara de
restablecer la democracia en España.
Publicado en La Razón, 16-V-2019