domingo, 2 de junio de 2019

Entrevista capotiana a Alan Pauls


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Alan Pauls.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La sala de cine Leopoldo Lugones de Buenos Aires.
¿Prefiere los animales a la gente?
“Gente” y “animales” no significan nada para mí. Un animal, una persona, tal vez... Alguna vez preferí la compañía de un dachshund ciego y con mal aliento a la de su dueña. Pero no me pasa a menudo. En realidad, prefiero que existan los dos y que interactúen. La zoofilia no ha dado aún todo lo que tiene para darnos.
¿Es usted cruel?
Sólo retóricamente.
¿Tiene muchos amigos?
No. Siempre un poco menos que los que mi natural ermitaño me pide que tenga para después rechazarlos. Pero no me quejo, y espero que ellos tampoco.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Complicidad, risa, confianza, hospitalidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Los conozco demasiado: puedo prever en qué punto no puedo contar con ellos.
¿Es usted una persona sincera? 
En términos generales, sí. Pero la sinceridad es una práctica extremadamente sobrevalorada.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo. “Mirando” libros de mi biblioteca que nunca leeré. Admirando a Phoebe Waller-Bridge en Fleabag. Juntando gemas en Duolingo. Buscando minas 0,5 mm 4B, por alguna oscura razón inhallables.
¿Qué le da más miedo?
La incapacidad. La enfermedad mental. Que mis hijos descubran demasiado tarde lo que tengan para reprocharme. Quedarme corto con el agua de la pasta.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La banca mundial. Los teléfonos celulares. La compulsión a chequear. El egoísmo. Las personas que gritan y hacen ruido. El desprecio por los otros. El brutalismo mamográfico. La combinación de inepcia, ignorancia y salvajismo reaccionario de Mauricio Macri y Cambiemos, la pandilla que gobierna la Argentina desde 2015.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Astronauta, probablemente —si el diseño de los trajes hubiera mejorado un poco. Gigoló de señoras mayores poco exigentes. Remisero sobrecalificado, trilingüe, melómano. Un guía de turismo “personal”, lleno de ideas y planes originalísimos, de esos que terminan sus tours hablando por el micrófono para el chofer del autobús.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Nado. Leo en posiciones bastante incómodas. Alzo (y me debato con) los 25 kilos que pesa mi hijo de cinco años.
¿Sabe cocinar?
Me las arreglo —para alimentar a mi familia sin (por ahora) que se amotine. Pero estoy negado para todo lo que exija simultaneidad, así que no creo que llegue mucho más lejos.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Leon Théremin (San Petersburgo, 1896 - Moscú, 1993): físico, experimentador musical, hipnotizador, espía.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Resto.
¿Y la más peligrosa?
Información.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Millones de veces, y de las maneras más bestiales. Es increíble el refinamiento que uno puede alcanzar en áreas en las que jamás pondrá un pie.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Izquierda célibe. Soy partidario de las comunidades de singulares.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un cactus. Uno de esos bellos, coloridos, lisérgicos ejemplares falomórficos que se ensortijan como nudos de autopista y cuyas espinas son tantas y están tan juntas que son suaves como la lana merino.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La Coca zero. La procrastinación. Las harinas. La gravedad. El enfurruñamiento. El ejercicio de automaceración especulativa que el manual que acompaña las flores de Bach llama “mental arguments” (flor sugerida: White Chesnut).
¿Y sus virtudes?
Lealtad, escucha paciente y perspicaz, resistencia. Falsificación de firmas (y caligrafías en general). Buen revés con slice (últimamente algo en desuso). Leo bien, y no sólo libros: también caras, situaciones, designios oscuros o difíciles de formular.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Nadie ve nada en ese trance. A lo sumo se escuchan voces. La mía diría (en tono de autorreproche): “¿Y a mí quién me manda?”
T. M.