sábado, 15 de junio de 2019

Margaret Atwood vuelve a la distópica y negra Gilead


Es como si el “1984” de George Orweell y su control al ciudadano, la sociedad que Ray Bradbury predijo en “Farenheit 451”, donde es delito leer libros, la reivindicación femenina de Virginia Woolf, manifestando la necesidad de tener un cuarto propio, y la experiencia de otra canadiense como Alice Munro, que en 1961 aparecía en la portada de una revista en la que se destacaba su doble faceta de ama de casa y… escritora, estuvieran concentrados en la obra de Margaret Atwood. En su obra de carácter distópico, en lo que tituló “El cuento de la criada”, en 1985, que dentro de pocos meses tendrá una secuela, llamada “Los testamentos” –se publicará en castellano el 12 de septiembre de 2019, dos días después de su lanzamiento internacional en lengua inglesa–, que ya está siendo noticia literaria de relumbrón, un cebo para la pesca en la “rentreé” editorial. 

Sensible desde siempre a la literatura que brinda una mirada diferente, de que la ficción más mágica encierre una lección próxima y actualizada –«Ese autoproclamado mago de Oz tiene una larga genealogía, podría ser desde un chamán hasta el Próspero de Shakespeare y siempre encuentra su par en cada época», afirmó comentando la obra infantil de L. F. Baum–, Atwood concibió esta nueva novela mostrando una sociedad no tan diferente a la que, décadas atrás, o aún en ciertos países, trata a las mujeres como objetos o esclavas. Ahora, ya tiene lista la continuación, en que se narrará la historia de tres mujeres y cómo se encuentra el país que ideó, Gilead, según ella, a raíz de las reacciones durante estos lustros frente a una obra adaptada y premiada de continuo. «Queridos lectores y lectoras: vuestras preguntas sobre Gilead y su funcionamiento interno han sido la fuente de inspiración de este libro. ¡Bueno, casi todo! La otra es el mundo en el que vivimos», escribió esta escritora natural de Otawa, de setenta y nueve años, y miembro de Amnistía Internacional.

La protagonista, Offred (es decir, “de Fred”; la mujer es una simple propiedad), había ocupado unas páginas finales, en el “El cuento de la criada”, que insinuaban un futuro abierto en que no estaba claro su destino: la libertad, la prisión o la muerte. Con “Los testamentos”, Atwood seguro que trazará ese camino de baldosas amarillas, volverá a colocar un Gran Hermano en una sociedad ultramasculinizada; incidirá, quince años después de ocurridos los hechos en la primera novela, en la falta de derechos humanos fundamentales para las mujeres –en un argumento en que se promueve el miedo y la sospecha entre ellas–, con un ambiente de población jerarquizada en que un libro es un peligro, una opinión libre, una amenaza global. Una trama tan lejana y ajena como cercana y posible.

Publicado en La Razón, 15-VI-2019