sábado, 24 de agosto de 2019

La Armada vencible


Más de medio siglo antes de Trafalgar, en 1744, treinta y dos navíos ingleses se enfrentaron a veintiocho barcos franco-españoles, cerca del puerto de la ciudad gala de Tolón y las islas Hyéres. En aquella ocasión, la flota francesa intentó mantenerse al margen al no estar oficialmente en guerra, de modo que únicamente doce barcos españoles acabaron combatiendo con los británicos. Lo que ocurrió tendría concomitancias con lo sucedería en Trafalgar: enfrente de esa localidad, los buques españoles, en una situación de clara inferioridad, fueron atacados y cañoneados durante muchas horas; y con todo, y a diferencia de aquella batalla, en el caso de Tolón los españoles pudieron resistir la embestida, e incluso no está claro quiénes fueron los vencidos y los vencedores, pues por un parte “dejó a la masiva escuadra del almirante inglés Matthews sin alcanzar su objetivo pero sin pérdida de buques, contando tan solo bajas y averías”, y por la otra, no quedaron “crónicas de un análisis del entorno”.

Así se explica Víctor San Juan en “Veintidós derrotas navales de los británicos”, un autor que le dedicó a ello todo un libro, recientemente, en que se preguntaba quién resultó derrotado en verdad aquel día en la Costa Azul. Y es se ha extendido, según el autor, “el falso mito de que la flota inglesa y, por ende, cualquier armada que los británicos hayan podido formar parte, jamás han sido derrotadas”. Una creencia que se fue divulgando con éxito en el siglo XIX “con el inagotable aporte literario anglosajón, y llevada incluso más allá por el burdo y crédulo montaje propagandístico del cine”, y que sigue imperando en el imaginario colectivo en este ámbito, “menospreciando a los que fueron adversarios de los marinos ingleses a lo largo de los siglos, españoles, franceses, holandeses, estadounidenses, alemanes, japonés y argentinos, considerados así todos y por extensión perdedores absolutos”.

El que habla de todo ello, desde que en 1372 el conde Pembroke, John Hastings, es derrotado por Ambrosio Bocanegra en La Rochelle, hasta que en 1942 el almirante Nagumo y el general Yamashita derrotan a los almirantes Thomas Phillips, James Somerville y el teniente general Arthur Percival en Singapur y los mares de Extremo Oriente, es un experto con una andadura marítima, investigadora y literaria impresionante. San Juan ha escrito dieciocho ensayos y nueve novelas, siempre con la intención de recrear el mundo de la navegación y los barcos, a raíz de sus experiencias en largas navegaciones, tanto en veleros de crucero como en competición. Ha obtenido los galardones más importantes de este campo –como el Premio Nostromo de Literatura Naútica en 2001 por “Pequeño Escota”, su debut novelístico–, dirigido equipos deportivos en más de cien regatas y trabajado en infraestructuras relacionadas con obras marítimas.

Batallas olvidadas

Pero aquí cabe destacar su entrega a la historia, arrojando luz a lo largo de estos veintidós casos, en una serie en la que deja fuera algunos muy conocidos y que han recibido suficiente bibliografía, como la campaña de los Dardanelos, el combate del estrecho de Dinamarca o el hundimiento de buques de guerra ingleses por corsarios alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Su propósito es ir detallando las circunstancias de cada batalla naval seleccionada para extraer ese halo de invencibilidad universal de la que ha gozado la Royal Navy, pues no en vano también protagonizó grandes y sucesivas victorias, muy particularmente desde la Armada Invencible –el término inglés con el que llamó a la Empresa de Inglaterra de 1588, concebida por Felipe II para destronar a Isabel I e invadir Inglaterra–, y más adelante con las campañas navales de la época napoleónica como Aboukir, Camperdown o la archiconocida Trafalgar.

De este modo, el lector podrá entrar a fondo en contiendas que han quedado parcialmente olvidadas, en todo momento con un gran rigor histórico y algunos juicio de valor realmente interesantes, como cuando San Juan habla de cómo en el siglo XVI, por decisiones de Isabel I muy erróneas, se facilitó que se crearan “unas aguas propicias para la aparición de traficantes de pocos escrúpulos, contrabandistas, negreros, estraperlistas y simples saqueadores”, poniendo la Armada inglesa en manos de “sujetos de dudosa reputación”; una etapa aquella sólo superada, en el plano negativo, por los tiempos en que el gobernador de Jamaica “entregaba barcos de guerra del rey, con toda su dotación, al peor canalla pirata y filibustero del Caribe, Henry Morgan”. Una época, en definitiva, en que Inglaterra se vio obligada a ocultar ciertas prácticas, deformando la historia y satanizando al monarca español. Pero, sobre todo, lo que encontraremos aquí será la vívida reconstrucción de batallas como la de Cartagena de Indias, Tenerife, Creta, Veracruz, Atacames, Cádiz, los Cuatro Días, el Raid del Medway, Santo Domingo o Texel. Todas historias de una “armada vencible”.

Publicado en La Razón, 22-VIII-2019