jueves, 24 de octubre de 2019

El activista bipolar


No son pocas las novelas estadounidenses que han intentado captar el ambiente del país en tiempos jipis. En algunas ocasiones, desde el clima de las comunas, como fue el caso de T. C. Boyle (1948) y su novela «Drop City», que de forma voluntariosa, aunque errática narrativamente hablando, presentaba un argumento lleno de nudismos campestres y la típica tríada sexo, drogas y rock and roll en los años setenta californianos. La historia contaba cómo algunas personas decidían abandonar la vida consumista para vivir de la tierra, participando de una supuesta solidaridad que el autor desenmascaraba, pues existía otra cara en todo eso: como no es posible criticar al prójimo y negarse a tener relaciones sexuales con todo el que quisiera, la cópula se convertía en violación, el relax en holgazanería, la tolerancia en violencia, y era esa agresividad al fin lo que daba fundamento emocional al relato.

Y si en aquella ocasión penetrábamos en lo jipi mediante epígrafes de Thoreau y Jim Morrison, sintiendo la música de Janis Joplin, Jimmy Hendrix o los Rolling Stone..., ahora la contracultura que abordó los Estados Unidos en tiempos de la guerra del Vietnam ha sido profundamente literaturizada por parte de Joshua Furst, pero en el este del país. Con un inicio melvilleano –“Llámame Fred”–, tras un prólogo en que habla de cómo se le propuso hacer una serie de documentales y entrevistas sobre ciertas protestas multitudinarias que los Estados Unidos vivieron, presenta al protagonista, hijo de un activista llamado Lenny Snyder. Éste, “un bufón radical que se hizo famoso por su papel en las protestas que tuvieron lugar en 1968 en Chicago, con motivo de la Convención del Partido Demócrata”, sería trasunto del anarquista Abbie Hoffman (1936-1989), un escritor cofundador del Partido Internacional de la Juventud, que padecía trastorno bipolar y se acabaría suicidando tras vivir perseguido por la justicia, acusado por traficar con cocaína.

“Revolucionarios” (traducción de Alba Montes Sánchez) pone voz al hijo de Hoffman, que está harto de que le pregunten por su padre, pero que accede a contar sus recuerdos, relacionados con una vida nómada, precaria, y con famosos alrededor, como Allen Ginsberg. Un texto que es al mismo tiempo una crónica de hechos verdaderos que protagonizó este hombre –cuando entró en la Bolsa de Nueva York y desde un palco lanzó billetes al aire; cuando interrumpió un concierto en Woodstock– como una reflexión sobre su personalidad: “¿Qué ocurre con el individuo cuando la cultura cambia y lo abandona a él y todo en lo que cree? ¿Qué le pasa al idealista en una época cínica? ¿En qué pozos de desesperación se revolcará el hombre, a qué actos autodestructivos recurrirá en su afán por salvarse? Sin poner en duda los hechos que los polis afirmaban como verdaderos, se podía llegar a argumentar que la de Lenny era una historia trágica”.

Una historia que está desarrollada con un tono sumamente monótono y extensión desmesurada, a mi juicio, con toda su relación de anécdotas curiosas y vivencias traumáticas por parte del pobre chico, que odia el nombre que le pusieron: Freedom.

Publicado en La Razón, 10-X-2019