miércoles, 23 de octubre de 2019

Entrevista capotiana a Abella Cienfuegos


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Abella Cienfuegos.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La habitación del pánico, la habitación de arriba, en la casa de mi familia, con todos mis amigos y con la luz pequeña encendida.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, ojalá.
¿Es usted cruel?
Supongo que sí. Si estoy en la cola del supermercado con un carro de los grandes lleno, y justo detrás de mí se pone alguien con una camiseta de Carlos Goñi, intento hacer como que no he visto que solo lleva un bote de alcachofas para pagar y que le debería dejar pasar.
¿Tiene muchos amigos?
Suficientes.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean cariñosos y que organicen ellos los planes.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, soy muy poco exigente.
¿Es usted una persona sincera? 
No, por favor. Lo que sí que hago es intentar no dar asco, eso sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Soy bastante tradicional: internet, libros, películas, música y birras en terrazas.
¿Qué le da más miedo?
Morir sin despedirme.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Cuando estás con un colega y alguien está contando una historia de mierda y tu colega se va de repente sin decir nada porque ha decidido que no le interesa la historia y te deja con todo el marrón. No sabía que se podía hacer eso.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No llevo una vida creativa. Pero me hubiese gustado vivir emociones fuertes; botones de ascensor, por ejemplo, experimentar situaciones incómodas en todo momento.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Caminar y bicicleta.
¿Sabe cocinar?
Sí, los platos que se comen con cuchara son los que más me gustan.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Mami, George Costanza, Elissa Steamer...
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Collaciu.
¿Y la más peligrosa?
Entitlement.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Pues ahora mismo no lo recuerdo bien, pero creo que sí, de adolescente. Aunque en todo caso era un asesinato perpetrado desde la distancia, no con mis propias manos; ni con un cuchillo, ni a puñetazos, ni con una pistola. Era algo más del tipo: si aprietas este botón imaginario de tu sofá tal persona que está en otro lugar lejano pero nunca en tu sofá se morirá. Ese rollo cobarde.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Creo que necesito una pregunta más específica para saber cómo me posiciono sobre un tema en concreto, y si después puedo respaldar materialmente lo que digo o pierdo toda la fuerza por la boca. Pero estoy más cerca de Anna Gabriel que de Santiago Abascal si es a lo que te refieres.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Bedel de edificio universitario, con plaza fija, nada de interino.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La sopas y los podcats.
¿Y sus virtudes?
La ingenuidad para algunas cosas. Si pago una cena grupal con tarjeta y luego mis amigos me dan efectivo me creo que estoy ganando dinero. Y no es un chascarrillo, en el fondo realmente me creo que estoy ganando dinero. Lo sé, es difícil de explicar, pero también le pasa a más gente. Pregunta.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Fueran las que fueran espero que estuviesen editadas con música del sello Janushoved.
T. M.