sábado, 14 de diciembre de 2019

Entrevista capotiana a Álvaro Villalobos


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Álvaro Villalobos.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Cualquiera donde haga sol y esté bien acompañado.
¿Prefiere los animales a la gente?
Más bien lo contrario. Empiezo a apreciar no obstante cómo los perros son "una fuente inmensa de cariño", como muy acertadamente repite una amiga mía.
¿Es usted cruel?
Habrá que preguntarle a los que me rodean, aunque creo que muy poco.
¿Tiene muchos amigos?
Muchos y muy buenos. En amistades la vida ha sido muy generosa conmigo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad y sinceridad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Aquellos a quienes llamo amigos -y soy muy restrictivo en el uso del término-, nunca.
¿Es usted una persona sincera? 
Cuando se puede.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
De manera convencional y no por ello menos interesante: caminando, escuchando música, viajando, y sobre todo, pasando tiempo con mi gente.
¿Qué le da más miedo?
La alienación. Acabar por no saber quién eres.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Pocas cosas, aunque últimamente me escandaliza una actitud que por desgracia se está convirtiendo en tendencia: el complejo de superioridad moral.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ser violinista, una de las pasiones de mi vida.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Caminar. En otra vida practiqué muy intensamente el baloncesto.
¿Sabe cocinar?
Lo fundamental como para defenderme en el día a día.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A algún personaje histriónico e iconoclasta. Manuel Ruiz de Lopera, o Jesús Gil y Gil, por ejemplo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Azar.
¿Y la más peligrosa?
Inercia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, aunque por suerte nunca ha superado el estadio de la abstracción.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Digamos que fluctuantes. Y en el debate local/global, más bien globalista. Me parece un eje más apropiado que el tradicional derecha/izquierda.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Algo que implique usar de otro modo las manos: panadero, alfarero, jardinero…
¿Cuáles son sus vicios principales?
El café a horas tardías.
¿Y sus virtudes?
La constancia y la paciencia, que están muy hermanadas. El detallismo, también.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Supongo que mi mente se vería desbordada por los innumerables momentos agradables que han marcado mi vida. Y que tendrían que ver con el mar.
T. M.