domingo, 8 de diciembre de 2019

Entrevista capotiana a Eduardo A. Vidal


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Eduardo A. Vidal.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Supongo que escogería quedarme donde resido en la actualidad, en París. Exceptuando la amenaza siempre latente del terrorismo islamista, los patinetes eléctricos de alquiler y el riesgo que supone la exposición diaria a partículas finas, se vive bien por aquí. 
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de a qué animales y a qué personas nos estemos refiriendo. Si como compañero de celda tuviese derecho a elegir únicamente entre dos candidatos y uno de ellos fuera José Rabadán (el asesino de la catana) por ejemplo, y el otro fuese un dragón de Komodo adulto... es evidente que escogería al homicida. Por otro lado, si como compañero de piso me obligasen a elegir entre convivir con Risto Mejide o hacerlo con una escolopendra gigantea… (suelta, sin terrario ni hostias) francamente no sabría por cuál de ambos decantarme.
¿Es usted cruel?
La Naturaleza es cruel, ¿cómo no iba a serlo yo, que soy obra suya? Somos niños asustadizos empeñados en preservar el patrimonio material, social, cultural, sentimental y sexual que tanta paciencia y esfuerzo nos ha costado conquistar. Cuando las cosas no se dan como esperábamos nos embarga la frustración, es entonces que entrenamos la crueldad aplicándola contra nosotros mismos auto-recriminándonos con crudeza fallos garrafales o desatinos irrelevantes. En mi caso, la única crueldad que me permito con mis semejantes es tejer conclusiones ponzoñosas, raras veces lanzadas (de manera frontal) contra los objetivos que motivaron sus respectivas génesis.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, no me puedo quejar.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, y que me sorprendan.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sí, sobre todo los fines de semana. Esos cabrones se van a dormir cada vez más temprano.
¿Es usted una persona sincera? 
Menos de lo que quisiera.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Levitar. Rememorar. Experimentar. Saborear. Valorar. Hallar. Analizar. Crear. Parodiar. Reír. Fumar. Aspirar. Mandibulear. Eyacular. Profundizar. Sopesar. Narrar. Gozar.
¿Qué le da más miedo?
Los arácnidos, la miseria, la soledad, el calentamiento global, la generación Millennial, la Post-Millennial y el cáncer.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Las mentalidades victimistas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Nunca he llevado una vida creativa, mi historial laboral es una sucesión de empleos monótonos y embrutecedores. Abandoné los estudios a los quince años, desde entonces y hasta ahora que tengo casi treinta y cuatro, comparto estrato social con el proletariado.   
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
De vez en cuando camino.
¿Sabe cocinar?
Sí, o al menos eso espero ya que así me gano la vida. Por otro lado, disfruto mejor comiendo lo que otros cocinan.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A David Báez, el hombre que susurraba a los bonsáis. Mesías del descampado y musa en The Bonsai Whisperer, un retrato musical compuesto por Arturo Albero.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amol.
¿Y la más peligrosa?
Nuclear.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Todos, en horas bajas, hemos fantaseado con la omnipotencia.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Esta pregunta me recuerda dos lecturas que tengo pendientes y he ido evadiendo por pereza: El mito de la izquierda de Gustavo Bueno y Los enemigos del comercio, de Escohotado.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Uno de mis gatos.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los narcocorridos, admirar a mi esposa, obedecer a La Morsa, la verborragia, Alicante, y el ajoblanco (tanto el casero como el industrial).
¿Y sus virtudes?
Desconozco la envidia malsana.   
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me vi enfrentado a esa situación en dos ocasiones, primero a los doce años en un arroyo de Paysandú (Uruguay) y luego a los veintitrés en el Mediterráneo. En ambos casos no fueron imágenes sino un montaje de escenas, una pesadilla introspectiva proyectada en la jodida antesala de la Nada, un resumen atropellado de recuerdos, la misma nostalgia concluyente a la que tienen acceso las conciencias ordinarias durante una sesión de terapia psicodélica. Veinteañero desencantado con la realidad, no le hagas caso a las estrellas del trap nacional, meterte farlopa y apaciguar las ansias con codeína no hará de ti un personaje cool. La vida mola, entérate: Pachamama Enteógena y el legado de Abert Hofmann quieren verse contigo a solas, tienen algo que enseñarte.
T. M.