En 1972, Truman Capote publicó un
original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato»
(en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo
con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Marc Pastor.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Empezamos mal. ¡Que venimos de un confinamiento! ¡Déjeme
viajar! Si tres meses ya han sido duros, no quiero imaginarme encerrarme para
siempre. Pero le responderé: el planeta Tierra. Supongo que
podría acostumbrarme a no tener que abandonarlo nunca.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Prefiero a la gente. Mi perro no sabe jugar a
juegos de mesa. Intenté que una cobaya me preparara cocina japonesa sin éxito.
El sexo con delfines es cuanto menos resbaladizo.
¿Es usted cruel?
Me impongo no serlo. A veces me tienta lanzar alguna
respuesta hiriente para satisfacer ese lado perverso que huele la sangre y se
lanza a por la presa, pero entonces lo escribo en un libro y se me pasa.
¿Tiene muchos amigos?
Aprecio a mucha gente, pero amigos amigos son muy
pocos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean honestos, tengan sentido del humor y puedan
mantener una conversación interesante.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
La última decepción que tuve con alguien a quien tenía
por muy buen amigo es un aún reciente y dolorosa.
¿Es usted una persona sincera?
Intento serlo en la medida que no hiera a la gente
con la que me relaciono.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Ante todo, lo paso con mi familia. Pero básicamente
el tiempo libre lo uso para escribir. Si no escribo: miro muchísimas pelis, leo
tanto como puedo, escucho música y podcasts, juego a juegos de mesa y rol,
pinto miniaturas…
¿Qué le da más miedo?
La enfermedad. Que le pase algo malo a alguien
querido.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Que haya tanto facha suelto y orgulloso de serlo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Dormir más.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Voy a la piscina a nadar. El traumatólogo me dijo
que me olvidara de correr después de ver cómo tenía mis cervicales.
¿Sabe cocinar?
Sí, aunque no me pidas filigranas. Me gusta cocina
porque además implica que tengo tiempo (para pensar qué voy a preparar, parar
ir a comprar, para ponerme a ello), pero en el día a día hago cocina de supervivencia
porque voy con prisas.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir
uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A nadie. No tengo tiempo ni ganas para escribirlo,
lo siento.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena
de esperanza?
Coming soon.
¿Y la más peligrosa?
El problema de las palabras peligrosas es que suelen
ser conceptos positivos (libertad, democracia…) retorcidos para convertirlos en
todo lo contrario.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. He odiado a gente, pero no hasta el punto de
querer matar. No vale la pena.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Creo que son bastantes evidentes para cualquiera que
me conozca aunque sea muy poco.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Una versión menos hipocondríaca de mí mismo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Estoy bastante enganchado a las redes sociales y a
los Sunbites.
¿Y sus virtudes?
Tampoco es cuestión de ir presumiendo, ahora.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro
del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La muerte por ahogamiento es bastante rápida. La falta
de oxígeno hace que el cerebro deje de pensar en pocos minutos. Dudo que me
diera tiempo a hacer un pase de diapositivas dentro del esquema clásico.
T. M.