miércoles, 19 de agosto de 2020

Entrevista capotiana a Pilar Méndez Jiménez


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Pilar Méndez Jiménez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una biblioteca, allí no hay muros y las posibilidades de aprendizaje son  infinitas. En una biblioteca el tiempo desaparecería. Todo está en los libros.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de la persona y depende del animal: si tengo que elegir entre salvar a Hitler o a Stalin y salvar a un perro, elijo al perro. Pero si tengo que elegir entre salvar a un bebé desconocido o salvar a mi perro, elijo al bebé desconocido. Los primeros no estarían de acuerdo con mi decisión, pero el perro sí.
¿Es usted cruel?
No, es una pérdida de tiempo.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo muchos conocidos, amigos los precisos. De cada etapa de mi vida, de cada destino profesional fuera de España hay al menos uno (a veces varios) que supera la prueba del tiempo y la distancia. Es una gran alegría reencontrarnos periódicamente.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Aceptación, que no te pidan ser de otra manera a cómo eres. Y en los mejores amigos, lealtad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, si lo hicieran yo no estaría siendo buena amiga con ellos. La amistad debe estar hecha de libertad.
¿Es usted una persona sincera? 
Posiblemente demasiado. Soy una gran defensora de lo que doy en llamar la «diplomacia directa»: ahorra tiempo, malentendidos y es, simplemente, más honesto. En todo caso, con los años, he aprendido a encontrar la justa medida: la sinceridad sin caridad puede derivar en crueldad. Una vez una persona condenada a cadena perpetua en otro país y en prisión desde hacía 29 años (más de la mitad de su vida en aquel momento), me preguntó si había alguna posibilidad de que le conmutaran la pena. La realidad era que no la había, pero le dije que si rechazaban nuestra última petición, la pediríamos tantas veces como fuera necesario hasta conseguirlo. A un ser humano hay que darle siempre alguna esperanza para seguir adelante. Tampoco estaba dejando de ser sincera, de lo que de mí dependiera lo solicitaría tantas veces como fuera necesario.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Escribiendo o viajando. Preferiblemente una combinación de ambas.
¿Qué le da más miedo?
Me duran poco los miedos. Los empleo como señuelos para lanzarme a la piscina. El crecimiento está justo del otro lado del miedo. Hay un miedo recurrente en todo caso: a mi propio juicio, tiendo a ser implacable conmigo misma, aunque con los años he aprendido a mimarme más.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que se abuse de los débiles.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
De hecho, llevo una doble vida, también soy diplomática de carrera desde hace dos décadas. La diplomacia y los viajes de alguna forma me han hecho escritora y, curiosamente, desde que la escritura ocupó un lugar importante en mi vida, creo que soy mejor funcionaria. Mis dos avatares están muy bien avenidos, se complementan y se comprenden: uno tiene los pies en el suelo y al otro le gusta imaginar lo que no existe.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino con regularidad y hago yoga por temporadas.
¿Sabe cocinar?
Sí, aunque me gustaría saber más. Me acabo de comprar un robot de cocina. Hace un tiempo (reciente) tomé conciencia de la importancia de lo que suministro a mi cuerpo, tanto como del alimento de mi mente. Ahora cuido de ser selectiva con lo que como y con lo que leo/veo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Mafalda, una feminista innata, como yo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? 
«Sí». Todo lo que existe comenzó con algún sí.
¿Y la más peligrosa?
«Nunca». Es una mentira inútil que solo limita.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Una vez, a los veinte y pico, me tocó vivir en medio de una guerra civil, que no era mía, en uno de los países más desfavorecidos del mundo. Alguien me recomendó entonces que aprendiera a disparar para poder defenderme llegado el caso, no le vi entonces la utilidad, no creo que vaya a vérsela en ningún otro contexto. Incluso a los seres más perversos prefiero castigarles con la conciencia de sus errores antes que con la muerte. La abolición de la pena de muerte es uno de los aspectos por los que me siento más orgullosa de ser europea.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
En el siglo XXI, a la dicotomía izquierda-derecha se ha superpuesto otra más determinante del futuro de nuestra convivencia: entre la democracia representativa y el populismo. La primera está al servicio del individuo y de los pueblos, el segundo se sirve de ellos. Yo prefiero la democracia representativa con todas sus imperfecciones, en ella izquierda y derecha serán la opción más beneficiosa para cada sociedad según el momento de la historia que corresponda. O incluso, como en el caso alemán, podrían llegar a formar una coalición. En el populismo, ya sea de izquierdas o de derechas, la convivencia pacífica se resiente. Las redes sociales han democratizado la opinión, pero también han polarizado la discusión con algoritmos que refuerzan el pensamiento único: no hay posible debate constructivo en 120 caracteres, solo propaganda.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Profesora de lo que sea en lo que yo pudiera ser útil a alguien. La educación es el futuro de España y de los españoles.
¿Cuáles son sus vicios principales?
En el lado negativo, el trabajo, es una auténtica adicción, tengo que controlarme. En el lado positivo, aprender cosas nuevas. Ya sé que me faltará vida para aprender todo lo que me gustaría conocer.
¿Y sus virtudes?
En el lado positivo, la perseverancia. En el lado negativo, la cabezonería.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La de mis padres. 
T. M.