lunes, 1 de marzo de 2021

Entrevista capotiana a Santiago Mazarro

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Santiago Mazarro.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Me creo muy capaz de vivir en cualquier lado mientras tenga la posibilidad de salir de él cuando me plazca. Valoro bastante las vías de escape.

¿Prefiere los animales a la gente? Salvo excepciones, prefiero a las personas. Los animales me encantan en su estado más salvaje, pero le tengo cierta manía a los chihuahuas con pijama.

¿Es usted cruel? No soy cruel. En todo caso cierto sentido del humor fuera de lo moralmente aceptable, pero en ámbitos muy concretos. Con amigos.

¿Tiene muchos amigos? Sí. Además, me gusta juntar grupos, mezclar a unos y a otros… Iba a decir que tengo más de los que merezco, pero igual me los merezco.  

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Ninguna. A los más viejos no les exijo casi nada. Los quiero por como son, por lo que han significado en mi vida y lo que yo he supuesto en la suya. Tal vez por eso a los más nuevos les exijo demasiado.  

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Ha ocurrido, por supuesto. Y yo a ellos. No pasa nada, es una parte natural de la amistad. Aprender a entender, a perdonar, a mejorar... La otra opción sería el rencor y la venganza a sangre fría, claro, pero lleva muchísimo trabajo.

¿Es usted una persona sincera? Cada vez más. Y es una pena, porque miento muy bien.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? En mi vida profesional me dedico a escribir guiones, novelas, documentales… en mi tiempo libre me cuesta dejar de hacerlo. Para separar bien lo uno de lo otro prefiero salir de casa, ir a cenar por ahí o disfrutar de un concierto.

¿Qué le da más miedo? La depresión, la ansiedad, el pánico. Son cosas que he vivido tanto en primera persona como en gente a la que quiero, y soy consciente de lo destructivas que resultan. De pequeño me daban miedo los mimos, pero eso ya lo he superado.  

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La demagogia simplista y la mediocridad de los que gestionan nuestros recursos. Y la polarización de la sociedad. Y la negación del cambio climático. Y el precio de la vivienda. Y el terraplanismo. Y que las bolsas de surtido de frutos secos lleven pasas. En realidad, desconfío de la gente a la que no le escandaliza nada.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Leo mucha historia, escribo novela histórica, estuve a punto de estudiar historia…  Sin embargo, supongo que habría hecho cualquier cosa que no hubiese implicado usar el mínimo común múltiplo.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Juego al baloncesto y salgo a correr de vez en cuando. Disfruto especialmente del ejercicio que implica cierto contacto con la naturaleza. Caminar por la sierra, esquiar. Lo malo de vivir en Madrid es que no lo tienes muy a menudo.  

¿Sabe cocinar? Cocino de un modo anárquico que no siempre resulta satisfactorio, pero tengo tres o cuatro platos infalibles. Sobrevivo.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Esta es la típica pregunta trampa en la que algunos eligen a su madre, otros tantos a Virginia Woolf y ciertos novelistas a un héroe histórico inolvidable. No sé que decirte. A Miguel Delibes. O a Robe Iniesta.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? En castellano, educación.

¿Y la más peligrosa? Apolítico.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Nunca he tenido tal impulso. Tal vez porque soy un millenial que creció haciéndolo en su PlayStation. Recomiendo los videojuegos como forma de desahogo.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy muy crítico con casi todo, a veces inevitablemente contradictorio. Creo en la política al servicio de las personas, en la justicia social y en la igualdad de oportunidades. Desconfío de las consignas y de las líneas rojas.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Se me ocurren mil cosas y no creo que ninguna tenga sentido. Una canción potente. Un ataque de risa. La ventana de un confesionario.

¿Cuáles son sus vicios principales? Se me dan fatal los vicios, por desgracia. No fumo, no apuesto, últimamente apenas bebo, y como no creo en Dios tampoco rezo. Soy como el Dalái Lama pero con mucho pelo.

¿Y sus virtudes? El optimismo. La empatía.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Alguna, pero como le dijo Tom Hanks a Matt Damon en Salvar al Soldado Ryan, “esas me las guardo para mí”.

T. M.