jueves, 6 de mayo de 2021

Entrevista capotiana a Pedro Juan Gutiérrez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Pedro Juan Gutiérrez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una casita que tengo al este de La Habana, cerca de una playa y cerca del monte. Me gusta mucho nadar, escuchar a los pájaros y no hacer nada.

¿Prefiere los animales a la gente? No soy tan burro. La gente en dosis pequeñas es aceptable y hasta necesaria, a veces. Pero reconozco que tengo gran vocación por el silencio y la soledad.

¿Es usted cruel? He sido y soy muy cruel con mis personajes. No tengo compasión con ellos. Pero en mi vida cotidiana no soy tan odioso.  Creo.

¿Tiene muchos amigos? No. No. Unos pocos amigos de toda la vida. Y muchísimos conocidos, que van y vienen.  Me siento bien así.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La cualidad que más aprecio es la fidelidad. Que me cuiden como yo los cuido a ellos. Siempre hay un hijoputa cerca.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Como no me entrego ni espero nada de nadie porque conozco bastante la condición humana, pues no sufro decepciones.

¿Es usted una persona sincera? Demasiado sincero. Excesivamente sincero. Tengo que controlarme para no ofender o molestar por mi sinceridad. O crear equívocos.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Hacer deportes, sobre todo. Nadar, hacer caminatas y ejercicios. Además de beber, hablar y leer. Creo que cada día saco por los menos tres horas para leer. 

¿Qué le da más miedo? No lo he pensado. Nunca pienso en esos términos porque siempre creo que todo va bien y que ya nada se va a poner negro otra vez, como pasó en mi vida durante muchos años. Ahora estoy como regresando por un camino que ya conozco.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Nada me escandaliza. Acepto a cada ser humano como es. Todos tenemos un diablo y un buda adentro. Así que no seamos ingenuos. No esperemos perfecciones. Somos imperfectos, maravillosos y únicos.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Sería arquitecto y pintor. Intenté ser pianista y cantar boleros. Pero tengo el oído cuadrao así que todo ha ido por otro rumbo. 

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí, a diario. Sexo sobre todo y además algo de natación, caminata rápida, estiramientos, bandas elásticas.

¿Sabe cocinar? Sí. Cocino bastante bien. Me gusta la cocina y la jardinería, pero soy demasiado vago y busco pretextos para quedarme sentado leyendo en el portal y ver cómo el jardín crece desordenamente y pienso que así es mejor, dejarlo en libertad total.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Trabajé como periodista 26 años y además tengo una familia extensa (unos 15 tíos y alrededor de cien primos) y mi propia vida ha sido muy intensa. Es decir, que dispongo de decenas y decenas de personajes inolvidables. Todos apasionantes, originales y maravillosos.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Una pregunta melodramática. Quizás esa palabra sea AMOR. Quizás sea HOY. Quizás INFINITO. Quizás ETERNIDAD.

¿Y la más peligrosa? LOS POLÍTICOS. 

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, claro, como todo el mundo. Por suerte, no he pasado de los deseos  y tengo mi conciencia limpia.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? La socialdemocracia, por vocación. En la primavera de 1999 tuve un encuentro en Estocolmo con Birgita Dahl, speaker del Parlamento sueco en ese momento. Dos horas de conversación, junto con otros periodistas de varios países. Y desde entonces estoy más convencido aún de la socialdemocracia.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me gustaría ser un tiburón. Sin la más mínima duda. Un tiburón grande y poderoso, enviciado a la carne humana. Me dedicaría a cazar gente nadando para tragármelos en pedazos.

¿Cuáles son sus vicios principales? Ninguno. Nunca he tenido vicios. Jamás en mi vida he tenido vicios.

¿Y sus virtudes? Ah, soy una maravilla de persona, reboso virtudes por todos mis poros. 

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Dos veces he estado a punto de ahogarme. Precisamente en esa playita al este de La Habana. Y las dos veces he sentido un pánico horrible y he logrado controlarme a duras penas. Pero no se me ha ocurrido pensar en nada más que en coordinarme para ponerme a salvo.

T. M.