En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Víctor Angulo.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Sin duda del que he tratado de dar cuenta en mi poesía. Además lo he ido acotando más con los años, un poco a la manera de Miguel Torga. Lo que en él he acabado por descubrir es que siendo igual, siempre es distinto. Cambia de un año para otro y también según las estaciones y los días, de manera que nunca lo acabo de descubrir del todo ni deja de sorprenderme.
¿Prefiere los animales a la gente? Indudablemente
prefiero a la gente. Quienes formamos parte de ese vasto territorio que es la
España vacía sabemos de la importancia
de la gente. La gente es fundamental, sobre todo para no tener que ver todos
los días las mismas caras.
¿Es usted cruel? Más de lo que algunos piensan y menos de lo que esos mismos se imaginan.
¿Tiene muchos amigos? Nunca los
he contado por miedo a que me salieran menos de los que creía.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Las mismas que ellos
buscan en mí.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No más de lo que los
decepciono yo.
¿Es usted una persona sincera? ¿Sincero
un escritor? En tal caso espero que no.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo, y si
todavía al cabo del día me sobra algo, paseando, escribiendo y pensando, tal
como cantaba Julio Bustamante.
¿Qué le da más miedo? El
desarraigo y la desvinculación de la sociedad del campo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? El consumo compulsivo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? ¿Qué habría hecho con todo
el tiempo dedicado a la lectura y la escritura? No lo sé, pero me temo que nada
que no haya hecho ya.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Recorrer en bici los caminos que componen mi
geografía más íntima.
¿Sabe cocinar? Me defiendo, pero no soy un experto.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Lo más probable es
que me quedara en blanco y terminara haciéndolo sobre aquel que me
encomendasen. Espero que fuera sobre Richard Ford.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Porvenir.
¿Y la más peligrosa? Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Creo que no, pero no
me acuerdo. En todo caso no sería en serio.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? La defensa del mundo rural.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Poema,
como decía Jaime Gil de Biedma.
¿Cuáles son sus vicios principales? Los mismos que los
secundarios.
¿Y sus virtudes? No está bien hablar
de uno mismo y menos para ensalzarse. Eso es algo que les corresponde a los
demás. Lo propio de uno es señalar sus defectos, aunque son tantos que para qué
aburrir.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Espero que
la de los miembros de mi familia. De lo contrario estoy seguro que alguno se
acabaría enterando y que nunca me lo perdonaría.
T. M.