domingo, 20 de junio de 2021

Entrevista capotiana a Alaine Agirre

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Alaine Agirre.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Mi estudio.

¿Prefiere los animales a la gente? Evidentemente.

¿Es usted cruel? Intento serlo. Es terapéutico.

¿Tiene muchos amigos? No-materiales y humanos, no. Más que de continente, soy de isla. Pero hay buena gente en esa isla en la que vivo, personas con las que conecto y siento que podemos vivir un poco aparte del mundo mientras bebemos buen vino.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Autenticidad, positividad, cariño, respeto, cuidado mutuo. Una actitud con la que construyamos un territorio íntimo, propio, donde podamos ser libres, juntas.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Sí.

¿Es usted una persona sincera? Sí, demasiado: muchas veces pienso que me iría francamente mejor si supiera o tuviera ganas de aparentar, posar y encajar. Pero me dan pereza las sonrisas fingidas.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Música, literatura, jardinería, teatro, restauración de muebles, vino, paseos…

¿Qué le da más miedo? No tenerme, no sostenerme, no ser.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandaliza la gente que se escandaliza. Y la mediocridad.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Llevar una vida creativa de otro modo. La creatividad está entretejida en la cotidianidad, no hace falta ser “artista” para vivirla. De todas formas, siempre digo que cambiaría mi talento por el de la música. Un escritor al que admiro, Harkaitz Cano, dice que es escritor porque no pudo ser músico: me siento totalmente identificada.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Caminar y subir escaleras. Yoga, intermitentemente.

¿Sabe cocinar? Sí, y me encanta hacerlo, pero en pequeñas dosis.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Las personajes de las novelas de Elena Ferrante.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Autodeterminazioa. En todos los aspectos.

¿Y la más peligrosa? Verdad.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí. Había un viaje de tren por medio. Pensé en no hacerlo y escribirlo. Pero tampoco lo llevé a la literatura. Ese trayecto en tren siempre será el capítulo que nunca escribí pero que es parte de una novela mía, El camisón de seda blanco.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Estas, las mías. ¿No las ve?

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Pianista.

¿Cuáles son sus vicios principales? Casi no tengo. De vez en cuando, buen vino, buen jamón, buen queso.

¿Y sus virtudes? Que me haya quitado los vicios, por ejemplo. Supongo que la fuerza y la pasión. Mi motor es la motivación. Soy muy perseverante, tengo una gran determinación. La empatía. Mi sensibilidad es a veces mi gran virtud (otras veces mi gran defecto).

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? La persona que me sirve de anclaje.

T. M.