En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Luis Melgar.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Qué pregunta tan difícil porque, como diplomático,
cambiar de país cada pocos años es parte de mi ADN. He estado destinado en
Egipto, en Guinea Ecuatorial, en Venezuela y en China. Mi marido y yo somos
viajeros incansables y creo que no hay un solo lugar del mundo que no nos haya
gustado, al que no volveríamos al menos una vez más. Sin embargo, si realmente tuviera
que elegir, creo que me quedaría en España. Creo que la calidad de vida que
tenemos es difícilmente mejorable, el carácter español es abierto y acogedor, tenemos
historia, cultura, buen tiempo, una sociedad desarrollada, una enorme oferta de
ocio… sí, diría que es una apuesta bastante segura si uno tiene que quedarse en
un solo lugar sin poder moverse nunca de allí.
¿Prefiere los animales a la gente? En
absoluto. Los animales me gustan mucho pero, desde mi punto de vista, las
personas somos mucho más interesantes. Sobre todo, con las personas se puede
hablar, y las conversaciones con los animales suelen resultar poco
enriquecedoras.
¿Es usted cruel? Tengo muchos
defectos, pero la crueldad no es uno de ellos. No me causa ningún placer hacer
sufrir a los demás, más bien al contrario. No obstante, tengo que decir que la
crueldad humana me interesa mucho. Quizá porque no la entiendo ni la comparto, ejerce
sobre mí una cierta fascinación que me lleva a intentar conocer su origen, saber
qué lleva a un ser humano a hacer daño a sus semejantes. Una de mis novelas
favoritas es, precisamente, A sangre fría, de Truman Capote, y su análisis
de la personalidad de los asesinos me parece apasionante. Obviamente no soy
Truman Capote, pero en todas mis novelas suelo introducir al menos a un personaje
profundamente cruel cuya psicología intento investigar.
¿Tiene muchos amigos? Sí. Soy bastante
sociable y me gusta estar rodeado de gente a la que quiero y que me quiere. Por
mi profesión, además, tengo amigos en todas partes con los que hago lo posible
por mantener la relación a pesar de la distancia. En este sentido, y aunque
ahora está muy de moda criticar las redes sociales, yo tengo que reconocer que
a mí me ayudan mucho a seguir en contacto con amigos y parientes que viven en
otros países.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Para mí lo más importante
es que mis amigos sean buenas personas. Intento alejarme de gente mezquina, cruel,
vengativa, envidiosa. Partiendo de esa bondad más o menos básica, cada uno
tiene sus cualidades y yo hago lo posible por aceptar y querer a mis amigos tal
y como son.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? La verdad es que no,
aunque me preocupa más lo contrario, decepcionarlos yo a ellos. Hago lo posible
por que no suceda pero no siempre lo consigo.
¿Es usted una persona sincera? Cuando era
adolescente, mi madre solía decirme que era como el tenor de una ópera, que se sube
al escenario y canta sus sentimientos más íntimos al público a voz en grito. En
cierta medida, continúo siendo así. No me gustan las mentiras ni los secretos.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Soy bastante
hiperactivo, así que hago muchas cosas en mi tiempo libre. Para mí es muy
importante estar con mi familia y con mis amigos, a veces sin hacer nada
especial más que disfrutar de una copa de vino en buena compañía o leyéndole un
cuento a mi hija. Me encanta viajar y conocer otros lugares. Me gusta mucho
leer y escribir, por supuesto, es mi gran pasión. También hago deporte, veo series
de televisión, voy al teatro, escucho música, estudio idiomas… no suelo
aburrirme, para qué vamos a engañarnos.
¿Qué le da más miedo? Creo que
ya lo he dicho antes: decepcionar a la gente a la que quiero. Fallarles. No
estar ahí cuando me necesitan. Eso me da pánico.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
¿Pero la gente todavía se escandaliza?
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? ¡Egiptólogo! Egipto me
fascina desde pequeño, así que no me hubiera importado nada hacerme arqueólogo
y dedicarme a excavar tumbas en el Valle de los Muertos.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí, voy al
gimnasio con regularidad. Los deportes que implican pelotas, sin embargo, se me
dan bastante mal, aunque mi marido sigue intentando que me aficione a jugar al
tenis, pero soy un auténtico show con una
raqueta en la mano.
¿Sabe cocinar? Es un secreto pero sí, sé. Es broma,
normalmente no suelo cocinar, pero por ejemplo en Nochebuena es tradición que
me ocupe yo de hacer la cena y me encanta. Mi especialidad es el pavo relleno.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Creo que apostaría
por Nefertiti, una mente política preclara que, sin embargo, ha pasado a la
historia solo por su belleza. Un poco injusto, ¿no?
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Amigo.
¿Y la más peligrosa? Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, nunca. En el
sentido literal de la expresión, por suerte no tengo impulsos homicidas, y en
el figurado… procuro huir de las explosiones de ira. No digo que siempre lo
consiga, pero por lo general suelo intentar que un enfado no me nuble el
sentido.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Suelo definirme como
liberal europeo. Con eso quiero decir que no creo en un Estado omnipresente
sino que prefiero que se deje un margen amplio para la libertad individual,
aunque por supuesto creo en el Estado del bienestar, en pagar impuestos, el la
redistribución de la riqueza, en la educación y sanidad públicas… En lo social
me considero progresista, que para mí es la otra cara de ser liberal.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Si no
fuese un ser humano, creo que me gustaría ser un delfín. Son unas criaturas
fascinantes.
¿Cuáles son sus vicios principales? Dejé de fumar hace
años, pero la tentación todavía me persigue.
¿Y sus virtudes? Eso es mejor preguntárselo
a mi marido, que me ve con mejores ojos que yo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Recordaría a las
personas a las que quiero.
T. M.