martes, 24 de agosto de 2021

Entrevista capotiana a Jorge Bustos

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jorge Bustos.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Iba a decir el torreón de Montaigne, pero supongo que me acabaría cansando. Madrid no está mal.

¿Prefiere los animales a la gente? La gente también puede ser bastante animal. Pero la gente, la gente.

¿Es usted cruel? Lo intento, pero me falta constancia.

¿Tiene muchos amigos? Más de los que puedo atender. Me siento afortunado.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que estén cerca, como pedía don Corleone.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No guardo un solo recuerdo de algo así.

¿Es usted una persona sincera? Eso no puedo responderlo yo sin caer en la presunción o la aporía. Han de decirlo los que me conocen.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Hace tiempo que no tengo de eso, y además la pandemia no me deja ocuparlo en lo que me gusta, que es viajar. Lo que sí hago es leer.

¿Qué le da más miedo? La ruina, el odio, la enfermedad. Nada demasiado original.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La facilidad con la que se escandaliza últimamente todo dios.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Bueno, me dedico al periodismo. La creación literaria para mí es una mezcla de placer y redención.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sigo jugando al fútbol, y espero que se reanuden pronto las pachangas y liguillas en las que llevo décadas participando. El boxeo lo dejé por falta de tiempo y el gimnasio por exceso de vergüenza.

¿Sabe cocinar? En absoluto, de ahí el orgullo desaforado que me produce cuajar una simple tortilla francesa.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Seguramente al presidente Sánchez, a quien no hay manera de olvidar. Me fascina también fray Jerónimo Savonarola.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Libertad.

¿Y la más peligrosa? Sentimiento.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Qué ordinariez.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Liberalismo aspiracional, porque nunca se termina de aprender a serlo.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Nada. Es un escándalo en estos tiempos, lo sé, pero soy feliz.

¿Cuáles son sus vicios principales? Me acaloro por minucias. Una mancha en la camisa puede arruinarme la tarde.

¿Y sus virtudes? Una cierta seguridad en uno mismo, que debo seguramente a mi educación.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? El agua, con total seguridad. Y el aire que me falta.

T. M.