En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de María Folguera.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál
elegiría? Esto ya ocurre: Madrid. He desarrollado una relación rizomática
con Madrid, ciudad de túneles, pozos y subsuelos. Es mi única esperanza para
resistir el encierro, la de descubrir nuevas conexiones ocultas o espacios que
están escondidos al ojo. En Fun Home, de Alison Bechdel, hay una viñeta que
muestra un mapa de su pueblo natal, Beech Creek, que señala los puntos donde
nació, trabajó y murió su padre, un triángulo pequeño. Me acuerdo de esta viñeta
y pienso en si yo no dejaré un rastro similar, entre la Ribera de Curtidores,
Atocha y el Manzanares. Me da un poco de vergüenza esta falta de cosmopolitismo
pero luego pienso que es bastante normal, que millones de personas han vivido
toda su vida en una aldea.
¿Prefiere los animales a la gente? Me gusta
más observar a los animales que a la gente. Hago listas. El otro día me metí en
el Jardín Botánico de Madrid para calmar la angustia de vivir en una aldea
ruidosa, y apunté: caracol, gato, urraca, mariposa, mosca. Me gustaría saber
identificar los pájaros que escucho, y a las urracas las tengo fichadas, es muy
gracioso cómo se acercan castañeteando con el pico para pedirte comida, están
confiadas en ese jardín. Junto a mi ventana, en un ailanto, se pone un ave que
lanza unas pláticas mañaneras que no he identificado aún, creo que es un mirlo.
Como ve usted, me aferro desesperadamente a la escasa y discreta vida natural
que tengo a mano, su indiferencia consuela a esta mente aprensiva, memoriosa y
adicta al frenesí de excavar pozos y túneles en la aldea.
¿Es usted cruel? No. Me esfuerzo mucho por
tratar bien a la gente y me cuesta poner límites para que no me invadan o
lastimen con palabras. Hay frases crueles que nunca dije, las tengo bajo la lengua
y me hacen heriditas, y eso que la sal era para otro.
¿Tiene muchos amigos? Sí. He rendido culto a la
amistad como valor supremo, con rigidez y autoridad. Pero con el tiempo, y
gracias a amigas muy listas que me lo han explicado, he aprendido que no pasa
nada por dejar ir, por distanciarse o desinteresarse. Ahora soy menos intensa,
y mejor amiga.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que
sepan reírse de sí mismos y de mí. Que estén interesadas/os en la sinceridad
pero sin perseguirla, que la reconozcan en los silencios o gestos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, por
lo que decía antes de aprender a dejar ir. Aun así algunos grandes
desencuentros me quitan el sueño. Mantengo diálogos imaginarios en los que pido
y doy explicaciones.
¿Es usted una persona sincera? Soy una
persona considerada con los sentimientos y tiempos de los demás. Esto me lleva
a callar, a menudo, o a escoger las palabras que permitan la interlocución. En
las últimas semanas he sido pura diplomacia. En cuanto me veo en una situación
donde la comunicación fluye y no tengo que ser hiperconsciente y delicada, se
me saltan las lágrimas de la fatiga. Me pasó ayer en el Teatro Circo Price, vi
a la artista de circo Anna Pascual hacer una preciosa escena de acrobacia y
palabra y me conmovió su sinceridad hacia la espectadora.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leer a
solas. Ver pasar al chico que me gusta. Cantar, bailar y comer bien con
amigas/os.
¿Qué le da más miedo? La mala salud mental.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? El odio
lúdico, el buscar pelea por costumbre y sistema. Me escandaliza especialmente
en política, por la irresponsabilidad del ejemplo, y en el ámbito de las redes
sociales, por lo fácil e inútil que es.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Hoy en día la obligación de
creatividad lo impregna todo -estoy de acuerdo con Remedios Zafra en esto. Pero
para ganarme el pan, una opción habría podido ser fisioterapeuta, me interesan
mucho las protestas del cuerpo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Hubo un
tiempo en que hacía yoga. Lo de ahora no sé si cuenta: unos minutos de
estiramiento diario.
¿Sabe cocinar? Un poco. Lo que más me gusta
es el experimento fácil y gracioso (el otro día hice coliflor marinada al
horno). No sé hacer grandes potajes ni guisos de carne o pescado.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Lo haría sobre Paco España. Me parece una grandísima artista. “Vive, vive la vida, intensamente” cantaba.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Hola.
¿Y la más peligrosa? No.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? He
sentido ganas de atacar físicamente. Recuerdo a un compañero de clase de mi
infancia que me hacía rabiar. Me lo imaginaba con los pies en el vacío, sujeto
por el cuello desde la ventana, como en las pelis de gángsters.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Prefiero
los discursos de solidaridad, cuidado, ecologismo e interdependencia a los de
individualismo y xenofobia.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me
dedico a la narrativa, al teatro, a la gestión cultural. He decidido no dejar
ir ninguna de estas pasiones, aprender a convivir conmigo misma en ellas. A
veces me gustaría no tenerlo tan claro y renunciar, ponérmelo más fácil.
¿Cuáles son sus vicios principales? He
llorado demasiado. Es un mecanismo que practiqué desde pequeña y que daba
resultados: atención, compasión, o incluso el alejamiento deseado de los demás.
He aprendido a cerrar el grifo.
¿Y sus virtudes? La memoria.
Tiene una parte muy divertida: me sé muchos diálogos de películas y letras de
canciones.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mi niña,
mi novio, mi hermana, mis padres. Yo niña, despidiéndome.
T. M.