domingo, 21 de noviembre de 2021

Entrevista capotiana a Fernando Costilla

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Fernando Costilla.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Creo que elegiría una gran ciudad, cuanto más grande mejor: Nueva York, Londres, París, Berlín, Tokio, Barcelona, por supuesto Madrid… Tratándose de quedar atrapado en un solo lugar que al menos tengas cierta variedad al alcance de la mano. Es verdad que con la globalización las ciudades se parecen cada vez más unas a otras. Eso hace más aburrido viajar y que las grandes urbes puedan resultar casi predecibles, pero para el caso que nos ocupa (en el que no hay escapatoria), al menos me daría la posibilidad de fantasear que vivo en varias ciudades al mismo tiempo.

¿Prefiere los animales a la gente? Depende de qué animales y de qué gente. Si me pones a elegir entre una manada de hienas y Donald Trump, supongo que elegiría a Donald Trump, porque de él tendría tiempo de escapar. Ahora, si colocas a su lado un precioso gatito… Cuando alguien dice que los animales son mejores que las personas está pensando en su perro, pero no creo que le gustase quedarse encerrado en una jaula con un gorila enfurecido. Los animales no son buenos ni malos, simplemente son ellos mismos, que ya es más de lo que se puede decir de muchas personas. También es cierto que si cada vez que alguien hiciese algo que no nos gusta o que resultara molesto pudiéramos darle con un periódico enrollado en el hocico, quizá el mundo sería muy diferente.

¿Es usted cruel? No, en absoluto. Pero creo que me gustaría poder serlo, al menos de vez en cuando. Una vez al mes. El día de la crueldad.

¿Tiene muchos amigos? Tampoco. Supongo que está relacionado con mi falta de crueldad que, entre otras cosas, me hace poco interesante a ojos de los demás. En cualquier caso, la amistad es algo a lo que doy mucha importancia. La mejor prueba es que he escrito una novela que habla, entre otras cosas, precisamente de eso: de los amigos, la única familia que podemos elegir.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que me quieran sin necesidad de suplicárselo. Y viceversa. Pero, sobre todo, que sepan reír. Sin la risa no llegamos a ninguna parte.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Si me decepcionaran habitualmente creo que debería revisar mi concepto de la amistad. Con eso quiero decir que sí, claro, algún amigo me ha decepcionado, pero nunca ha sido lo bastante grave como para romper la amistad, ninguno me ha decepcionado más de lo que habitualmente me decepciono yo a mí mismo. Las grandes decepciones son más bien cosa de los conocidos, amistades en proyecto que no terminan de cuajar hasta que sucede algo que te hace comprender porqué con esa sabandija nunca habrías llegado a nada provechoso.

¿Es usted una persona sincera? No. Sí. No lo sé. ¿Quién es sincero todo el tiempo? Intento ser sincero cuando escribo, lo cual en el caso de la ficción tiene su punto paradójico, y trato de vivir sin mentirme a mí mismo, que es lo más cercano a vivir de una forma sincera que se me ocurre. También intento no mentir a los demás, pero a veces no cuento toda la verdad. ¿Eso supone que no soy sincero? La verdad, en cualquier caso, se encuentra en horas bajas. Ahora, para tener cierto valor, la verdad debe ser una verdad interesante. Sino puede serlo, ni siquiera es necesario que sea verdad, basta con que sea interesante.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Diría que leyendo o viendo una película, pero no sería del todo cierto. Aunque soy un ateo convencido, hay una parte de la educación católica que recibí en la infancia que permanece en mí. El placer me genera un inevitable sentimiento de culpa, así que cuando leo o voy al cine tengo que tener el convencimiento que estoy haciendo algo instructivo, que eso me servirá para algo. De alguna forma desconozco que es eso del tiempo libre, pero como tengo hijos pequeños a veces me doy tiempo libre de mí mismo y hago cosas que no son nada interesantes de contar aquí pero que están relacionadas con tener diez años.

¿Qué le da más miedo? Tengo complejo de ratoncillo, de roedor asustadizo, así que la lista de cosas que me dan miedo es interminable. A veces la vida en sí misma ya da bastante repelús. Pero por decir algo diría que la muerte en todas sus manifestaciones y símbolos: la soledad, el fracaso, el olvido, el paso del tiempo… (temas, por cierto, y aprovecho para hacer publicidad, que están presentes en mi novela “Eliminados”, lo que no quiere decir que sea una historia sobre la muerte, sino más bien al contrario: “Eliminados” quiere hablar sobre la vida). Hacer el ridículo también me asusta bastante, aunque supongo que no lo suficiente, de lo contrario nunca me habría arriesgado a escribir una novela (otra cuña publicitaria).

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La ignorancia elegida, la estupidez contumaz.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? De niño quería ser dibujante de cómics, pintor, luego en la adolescencia músico, actor, más tarde director de cine, de hecho en el campo audiovisual he realizado varias incursiones y mi carrera profesional se ha desarrollado sobre todo en televisión. Supongo que todas esas opciones entran dentro del concepto “vida creativa”. Fuera de ahí creo que habría podido ser un gran monje de clausura. Siempre me ha atraído mucho el silencio de los monasterios, el recogimiento unido a esa disciplina espartana. Y soy bueno obedeciendo. Mi problema es encontrar alguien a quien merezca la pena obedecer.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí, siempre me gustado el deporte, me encanta esa sensación de dejar de pensar con la mente y pensar durante un rato con el cuerpo. Salgo a correr, antes de la pandemia iba nadar un par de veces por semana, y últimamente también juego al baloncesto con un grupo de amigos. No sé lo que durará porque dada la edad media es probable que más pronto o más tarde terminemos todos lesionados. Curiosamente, aunque he escrito una novela que gira alrededor del fútbol, hace años que no lo practico.

¿Sabe cocinar? Me encanta cocinar y disfruto enormemente con la comida. Quizá por eso, cuando escribo, intento mostrar lo que comen mis personajes. Creo que las preferencias gastronómicas (o la indiferencia) dicen muchas cosas sobre cada uno de nosotros. También me gusta que de las páginas salgan olores, muchos de ellos relacionados con la comida. De hecho, voy a corregir la respuesta de dos preguntas atrás: de no ser escritor me habría gustado ser cocinero. Aunque supongo que tampoco vale, porque ahora la cocina también es creativa. En cualquier caso la comida me hace feliz y esa felicidad es de las que uno quiere compartir con los demás. Dicen que los grandes motores de la evolución son el sexo y la alimentación (hambre reproductiva y hambre a secas), dos necesidades básicas que, poniendo cariño, pueden convertirse en maravillosos actos de amor.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? En el caso del Reader´s Digest los autores de los artículos solían elegir a alguna persona conocida-no-famosa perteneciente a su círculo íntimo. Siguiendo esa tradición diría a mis padres. No por cuestiones sentimentales, que también, sino porque los padres siempre quedan grabados a fuego, son inolvidables incluso cuando no existen. La duda me surge porque la pregunta hace referencia a un “personaje”. Un personaje puede ser una creación ficticia o también alguien famoso, que por otro lado de alguna forma se ha convertido en una especie de criatura de ficción, de esa ficción que a veces llamamos cultura. Para ese tipo de personajes elegiría a Woody Allen. Probablemente sea el artista/personaje que más me ha influido, no sólo a un nivel literario (creo que Woody Allen ha sido propuesto varias veces al Nobel de Literatura, y si no es así debería serlo), sino también emocional.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Espera.

¿Y la más peligrosa? No hay palabras peligrosas. Es verdad que algunas palabras son como las pistolas, mientras están metidas en un cajón resultan inofensivas. El problema es cuando alguien saca para utilizarlas de forma indebida. Frente a un pelotón de fusilamiento sin duda  la palabra más peligrosa es “¡Fuego!”. Frente a la persona amada, las palabras más peligrosa son “Tenemos que hablar”. Frente a un médico “Maligno”.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, pero poco. En realidad creo que con dejarlo mal herido me conformaría. En cualquier caso, dado que soy un cobarde profesional, conmigo jamás ha corrido  (ni correrá) peligro nadie.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Anarquista incendiario cobarde.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Diría que músico de jazz, a ser posible negro, afroamericano. Aunque en realidad mi sueño sería convertirme en Cliente de restaurante. No siempre del mismo restaurante, claro, cada día en uno diferente. Es algo parecido a ser crítico gastronómico pero sin tener que pasar después por el engorroso esfuerzo de escribir la crítica.

¿Cuáles son sus vicios principales? Durante un tiempo lo fue el tabaco. Me encantaba fumar. Pero ahora la comida. Soy increíblemente lento (según me dicen los demás) y desesperadamente indeciso (según compruebo yo mismo día a día), pero no sé si se pueden calificar de vicios. El vicio conlleva cierto placer y, como he dicho, el placer y yo tenemos una relación tensa.

¿Y sus virtudes? No lo sé. En general no tengo muy buena opinión de mí. Creo que lo más bonito que me han dicho nunca se lo escuché a Xavi Puig, uno de los directores de El Mundo Today. Dijo: “En todos los equipos debería haber un Fernando Costilla”. No quise preguntar porqué, para no romper la magia del momento, pero me imagino que es algo bueno.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Un niño corriendo por el pasillo, un niño que soy yo, que luego es mi hijo mayor, luego mi hijo pequeño, que se cae al suelo y empieza a llorar hasta que llega su padre, su padre que soy yo, que luego es mi padre, que luego es mi madre, y entonces el niño ríe, y la risa se transforma en una playa, entramos en el mar, y el mar se convierte en el cuerpo de una mujer, de mi mujer, que está llorando mientras contempla el Partenón… Un mix de momentos donde todo resulta confuso y al mismo tiempo se muestra extrañamente interconectado. Algo así intenté hacer en “Eliminados” (momento publicitario) cuando uno de los personajes está bordeando la muerte, y quedé aceptablemente satisfecho del resultado. Creo que también recordaría todas las veces que he estado a punto de morir, o que al menos he sentido que la muerte podía estar rondando. Un cuchillo que ha pasado demasiado cerca, un giro inesperado de volante, el avión temblando por las turbulencias. Y entonces pensaría: tranquilo, esta vez también te salvarás.

T. M.