Amartya Kumar
Sen (Santiniketan, 1933) se hizo mundialmente conocido al ganar
el Premio Nobel de Economía en 1998. Catedrático de Filosofía y Economía en la
Universidad de Harvard, y Master of Trinity College de Cambridge, este año ha
recibido el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Pero ni siquiera
estos datos de gran prestigio son tan interesantes como su vida, que cuenta en
este estupendo libro en que lo vemos de pequeño, visitando el laboratorio de su padre, profesor
universitario, “y la inmensa emoción de ver que un líquido mezclado con otro en
un tubo de ensayo podía generar algo completamente distinto e inesperado”.
Ese fue el punto de partida de su interés científico, y además en un entorno indio fascinante para nuestros ojos occidentales. Cuenta así asuntos de su familia y su casa en Daca, «Jagat Kutir», que significa «la cabaña del mundo», al ser un reflejo del escepticismo de su abuelo hacia el nacionalismo. Y es que Sen desde el título de estas memorias ya se posiciona como un ciudadano del mundo, a gusto en todas partes y vinculado con lo más granado de la cultura y sociedad indias: llegaría a asistir en sus tiempos de adolescente a un discurso del mismísimo Gandhi, y su propia madre era actriz y estuvo relacionada con Rabindranath Tagore. De hecho, este poeta sugirió el nombre del futuro economista, Amartya, es decir, inmortal en sánscrito.
Publicado en La Razón, 13-XI-2021