miércoles, 9 de febrero de 2022

Entrevista capotiana a Javier Negrete

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Javier Negrete.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Si fuera así, qué remedio, me quedaría en Plasencia, donde vivo y tengo mi casa. Y que los de fuera vinieran a verme a mí. Pero, vamos, ¡que los dioses no lo quieran!

¿Prefiere los animales a la gente? La verdad es que no. Cuando oigo o leo lo típico de “prefiero a mi perro que a muchas personas” o que los animales son más nobles que los seres humanos, lo que pienso es que resulta mucho más cómodo relacionarse con un animal doméstico porque no nos lleva la contraria, no nos critica, no tiene ideas propias ni grandes planes… Es fácil llevarse bien con alguien que no es un sujeto moral con libre albedrío ni toma decisiones propias. Por otra parte, con los animales no se puede hablar de libros, de cine o series, contar chistes, tomar cañas, discutir de fútbol o política… Vamos, que me quedo con la gente.

¿Es usted cruel? Puedo ser muy cruel con los personajes de mis novelas. ¡Pobrecillos! A Perseo, por ejemplo, el protagonista de El espartano, le hice pasar las de Caín. Pero esa crueldad no la llevo a la vida real. Al menos, eso creo yo. Lo que opinen los demás puede ser diferente, claro está. Pero, en todo caso, serían pequeñas crueldades. No me gusta hacer sufrir a los demás.

¿Tiene muchos amigos? Depende de a qué consideremos “muchos”. Creo que no me faltan amigos. Y tampoco me sobran. Dicho esto, no es un club que considere cerrado en ningún momento: siempre se puede conocer a amigos nuevos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Yo diría que no busco cualidades, sino que acabo haciendo amistad por afinidades. Pero si pienso en las cualidades que más valoro en los amigos, me cae bien la gente avispada, ingeniosa sin usar ese ingenio para mortificar al prójimo —aunque cierto grado de “maldad” bien entendida me gusta—. Que no sea mezquina ni cuentagarbanzos. Gente que disfrute de la vida. Pero, oye, que no es necesario cumplir tantas condiciones: a veces no sabemos por qué somos amigos de nuestros amigos. Ni siquiera sabemos en ocasiones por qué nos aguantamos a nosotros mismos.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Yo creo que no, porque procuro no esperar mucho de los demás. Creo que es mejor aceptar cómo son los amigos y lo que te dan por propia iniciativa. Seguro que decepciono yo más a mis amigos, por la facilidad que tengo de recluirme y apartarme de todo.

¿Es usted una persona sincera? Relativamente. No creo ser alguien hipócrita ni con grandes dobleces, pero tampoco me gusta el lema de “ir con la verdad por delante”. La sinceridad puede convertirse en impertinencia o grosería con mucha facilidad. El mundo puede seguir adelante sin conocer mis opiniones sobre todas las cosas. 

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me gusta mucho leer, aunque es algo que, dado que soy escritor y profesor, no considero ni como trabajo ni como tiempo libre, sino como… Como leer, vamos. Estar con los amigos, por supuesto. No lo hago tanto como querría ni como debería, pero lo disfruto como un etrusco. (Una expresión que usaba mi madre y que no suelo encontrar hoy día, pero sólo hay que ver cómo sonreían los etruscos copa en mano).

¿Qué le da más miedo? La decadencia, el fin de todo, el triunfo de la entropía. Pero ¡qué se le va a hacer! Es lo que hay. ¿Quién puede luchar contra el segundo principio de la termodinámica?

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? No me escandalizo fácilmente. Me enfado, eso sí. La estupidez y el fanatismo, que van de la mano, me sacan de quicio. Pero me indigno todavía más con los que se aprovechan de la estupidez y el fanatismo ajenos para trepar a lo más alto.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Aparte de ser escritor, soy profesor. Pero si hubiera estudiado Ciencias en lugar de Letras, me habría gustado dedicarme a la investigación. ¿En qué campo? ¡Hay tantos que me atraen! Homo sum, humani aut naturae nihil a me alienum puto. Ser astrónomo, geólogo… Me apasiona la inmensidad del tiempo. O, como diría Lovecraft, los eones ignotos.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Aparte de andar, últimamente no tanto como debería, hago pesas, TRX. Ejercicios de fuerza, en general.

¿Sabe cocinar? Sé apañármelas con la comida, pero para mí y poco más. Así que la respuesta más sincera es: no.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Creo que a Temístocles el ateniense, por las satisfacciones que me dio escribir sobre él en Salamina. Un tipo con una filosofía parecida al Salvor Hardin de las Fundaciones: “Que tu sentido de la moral no te impida hacer lo que está bien”. No es que yo defienda esa ética, pero crea personajes interesantes para un narrador.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Inteligencia. El recurso infinito, copiando el título del libro de Ramez Naam.

¿Y la más peligrosa? Inteligencia. Nuestra bendición y nuestra maldición como especie.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Una cosa es decir “¡Es que lo mato!”. Otra cosa es pensarlo de verdad. Así que la respuesta es que no.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Prefiero la libertad y la responsabilidad individuales y la solidaridad voluntaria que el colectivismo. Con “solidaridad voluntaria” no quiero decir que cada uno pague los impuestos que le dé la gana. Ah, y no soporto la censura, la cultura de la cancelación ni los juicios paralelos. Me temo que no hemos aprendido de la Revolución Cultural de Mao por pura ignorancia. Ignorancia que, por cierto, va a hacerse épica con las últimas medidas de desguace de la educación.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? De niño quería ser astronauta. Supongo que sería interesante. Sólo tendría que librarme de mi claustrofobia, mi miedo a las alturas, mis vértigos, mis prejuicios contra la eliminación de residuos corporales en naves espaciales que parecen cabinas de teléfonos y sin gravedad… Mejor en una nave de lujo como la Enterprise.

¿Cuáles son sus vicios principales? En el sentido de defectos, la desorganización, la improvisación. Como vicios vicios… Ésos no se confiesan ;—)

¿Y sus virtudes? Sé que suena muy simple, pero creo que soy buena gente. A lo mejor lo creen dos o tres personas más. Con eso casi me vale. Y, si me das un teclado, sé narrar las cosas.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? ¡Pufff! Lo siento, sólo pensaría: “¡Tiradme un flotador, por favor!”.

T. M.