sábado, 19 de noviembre de 2022

Entrevista capotiana a Miguel Fortea

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Miguel Fortea.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La cama. Una cama rodeada por libros y que estuviera en una habitación con tres puertas: una que diese a un bosque, otra a una playa y la tercera al barrio viejo de una gran ciudad (esta puerta muy insonorizada). Ya me he dado cuenta de que la respuesta no es válida.

¿Prefiere los animales a la gente? No, me gustan mucho los animales pero la gente tiene más conversación.

¿Es usted cruel? No.

¿Tiene muchos amigos? Sí. No soy extrovertido, no soy la típica persona que entra en una fiesta y se hace amigo de todo el mundo, no hago amigos rápidamente, pero los suelo hacer de manera duradera, así que se me van acumulando.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que tengan sentido de humor, que sean aventureros, curiosos y activos, que sean leales, que tengan aficiones, que no sepan decir que no, que trasnochen.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Además si te decepcionan mucho se convierten en conocidos.

¿Es usted una persona sincera? Sí, y esta es una respuesta que no da ninguna información sobre el asunto.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Prefiero no ocuparlo mucho para siga siendo libre. Me encanta comer con un buen vino y mejor compañía, ir a pasear por el bosque, leer, ir al cine, hacer deporte, salir de cañas, escribir, remolonear en la cama, bañarme en el mar, bailar, la música en directo, el tequila reposado … Vamos, que me gusta casi todo.

¿Qué le da más miedo? Que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandalizan los programas de famosillos encerrados en casas, o perdidos en selvas o islas y que el mando a distancia no incluya la función “eliminar”. Lo que en realidad me escandaliza es la audiencia que tienen. También me escandalizaba la corrupción política y colindante, pero han conseguido que deje de hacerlo.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? No lo sé, me hubiera gustado ser director de cine, pero esa también es otra profesión creativa y una variante más de “narrador de historias”.  Nada se me da especialmente bien, por eso tuve que trabajar mucho años en la banca.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí: tenis, baloncesto, esquí, buceo, pádel… todos mal.

¿Sabe cocinar? Sí, aunque me he dado cuenta de que me gusta más comer y el cocinero siempre se pierde algo del placer y la sorpresa del plato recién servido.  Llevo años más centrado en comer que en cocinar.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Billy Wilder.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Mañana.

¿Y la más peligrosa? Raza.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, para después poder escribir sobre el tema con conocimiento de causa.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Pues tengo una mezcla de ideas claramente de izquierdas e ideas claramente de derechas (conceptos, la derecha y la izquierda, en cualquier caso algo obsoletos y a revisar; que no superados -ese es un pensamiento muy de derechas-) que quizá me conviertan en una persona de centro, aunque casi nunca soy de medias tintas. A veces digo de centroizquierda porque parece que mola más. El último partido político que se me ha ocurrido crear es el LLL (liberales, libertarios y libertinos). Por suerte no lo voy a hacer.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Una silla.

¿Cuáles son sus vicios principales? Todos los pecados capitales excluyendo la envidia que se me da mal.

¿Y sus virtudes? Soy imaginativo, creativo, tengo sentido del humor y no encojo cuando llueve.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?  Imagino que toda mi vida pasando ante mí en rápidos fotogramas (dando por válido lo que cuentan quienes estuvieron entre dos mundos). Tal vez la eternidad sea eso: unos instantes de desconexión del cerebro que lo abarcan todo y duran para siempre.

T. M.