La trayectoria de James Graham Ballard es una de las más inclasificables que ha deparado la literatura inglesa de las últimas décadas. Nació en 1930 en China, por el traslado laboral de su padre, de profesión químico, y durante la Segunda Guerra Mundial, vivió junto a su familia en un campo de internamiento de Shanghái. Esta experiencia acabaría reflejándose en su novela “El Imperio del Sol” (1984), popularizada por su adaptación al cine; algo parecido a lo que ocurrió con “Crash”, de 1973, cuya versión fílmica se pudo ver en 1996. Pero Ballard también se distinguió por ser un prolífico autor de cuentos, en especial en el género de la ciencia-ficción.
Es el caso de “Prima Belladonna”, con el que dan inicio estos “Relatos, 1” (traducción de David Tejera Expósito), los cuales vienen precedidos de un prólogo del autor, en que indica que del cultivo de este género extrajo ideas que desarrolló en sus novelas. Sin embargo, el nombre de “ciencia-ficción” no sea del todo oportuno siempre vincularlo con este escritor, pues su máximo interés fue predecir lo que el mañana haría real o familiar. En sus cuentos vemos la naturaleza convertida en algo tecnológico, argumentos que juegan con la percepción del tiempo y el espacio, o historias que presentan catástrofes medioambientales. Y es que este amante de Borges, Bradbury y Poe escribió textos como «Las voces del tiempo», a raíz de ciertos descubrimientos de un biólogo al activar los genes silenciosos y cuya esencia reside en la confusión entre lo presente y futuro.
Publicado en La Razón, 24-XII-2022