miércoles, 8 de febrero de 2023

Entrevista capotiana a Álvaro Arbina

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Álvaro Arbina.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Elegiría una biblioteca, con películas y proyector, situada en una isla próxima al ecuador.

¿Prefiere los animales a la gente? No. Y espero que continúe así con los años.

¿Es usted cruel? A veces, y lamentablemente, en algunas cosas pequeñas y en las que casi no reparo.

¿Tiene muchos amigos? Tengo los suficientes para que me duela no verlos todo lo que me gustaría.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Aunque la vida nos aleje, cuando nos vemos lo retomamos donde lo dejamos. Creo que no existe el paso del tiempo en la verdadera amistad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? A veces. Depende de ambos superar la decepción. Saber olvidar es una verdadera suerte, siempre que no se caiga en la estupidez.

¿Es usted una persona sincera? Mis mentiras me pesan, soy débil soportándolas.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Antes lo ocupaba siempre haciendo cosas, cosas consideradas de tiempo libre, pero cosas. Ahora intento ocuparlas en ser más consciente de lo que me rodea. Me preocupa no enterarme de que vivo.

¿Qué le da más miedo? Me da miedo perder lo que tengo. 

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandalizan la estupidez y la barbarie.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me habría gustado pintar, o tal vez componer música.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Atletismo. He corrido desde los nueve años. Dos tercios de mi vida los he pasado corriendo. Es mi oxigenación y es mi vicio.

¿Sabe cocinar? Lo justo. Soy práctico y no de alardes.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Elegiría a la persona con la que convivo. Asisto a su heroicidad diaria, a la heroicidad modesta, la que no se ve, la que no es de cara a galerías.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Humanidad.

¿Y la más peligrosa? Paz.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No. Pienso que es una verdadera lástima para todos que existieran o existan algunas personas. Pero no me veo matándolos.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Cuando veo a un político no jugando a política. Cuando veo serenidad. Ahí tal vez escucho. Ya no creo en los extremos ni en la irrealidad.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Neurocientífico.

¿Cuáles son sus vicios principales? El tiempo me apremia más de lo que me gustaría, incluso cuando no está justificado.

¿Y sus virtudes? Intento ser honesto y creo que lo hago mejor que otras personas.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mi familia. Los tópicos existen por algo. No es culpa suya que los manoseemos.

T. M.