lunes, 6 de febrero de 2023

Entrevista capotiana a Óscar Guerrero

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Óscar Guerrero.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Creo que la Cafebrería El Péndulo de Polanco, en Ciudad de México podría servir. Lo tiene todo. Libros, música, restaurante y una gran ubicación por la que mirar a través de sus ventanas cómo pasa la vida.

¿Prefiere los animales a la gente? Depende del momento y de la dosis: un perro es una gozada, o un delfín en el mar. La gente íntima y muy querida también son un disfrute, o un encuentro inesperado con una buena conversación.

¿Es usted cruel? Eso tienen que responderlo los demás y sobre todo cuando han venido mal dadas para una de las dos partes o hay jerarquías de por medio, nervios, etc. Me gustaría pensar que no, claro.

¿Tiene muchos amigos? Íntimos no.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? No las busco, la amistad es un fenómeno bien extraño. Si reflexiono sobre qué tienen en común diría que son buenos, con sentido del humor y han estado cuando se les ha necesitado. También son disparatados, claro.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, para eso ya estoy yo.

¿Es usted una persona sincera? Lo justo y necesario. Creo que la sinceridad está sobrevalorada. Antes de hablar está bien pensar si lo que vas a decir es verdad, bueno, útil o necesario. Y muchas veces es mejor callar y no hacer daño.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Tengo un gran catálogo de formas de perder el tiempo: leer, escribir, compartir una copa de vino, tomar el sol, pasear por los rincones más desconocidos de ciudades, viajar, conducir sin rumbo, pasarme horas en librerías, no hacer nada, etc.

¿Qué le da más miedo? Envejecer sin dignidad, ver morir a los seres queridos, el fanatismo, el odio, la incapacidad para ver al otro como uno mismo, la agresividad.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La injusticia, la corrupción, la agresividad, las malas formas, el desprecio al diferente, el clasismo, la insolidaridad con los más desfavorecidos. Y un largo etcétera en el mismo sentido.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me encantaría haber sido luthier o zapatero (no dejan de ser actividades creativas).

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Caminar y antes iba más en bici.

¿Sabe cocinar? Sí, sin grandes alardes, pero no se me ha muerto nadie cuando he invitado a casa y suelen repetir. ¡Insensatos!

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Marie Curie merece más de un artículo.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Mañana.

¿Y la más peligrosa? Patria.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, para eso ya está la ficción, tanto leída como escrita. Aunque he tenido un par de jefes que me han hecho replantearme mis principios.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Una sociedad con educación y sanidad gratuitas y de calidad, con medios para atender a los más necesitados y con una justicia ágil y no colapsada que responda en plazo y forma. Una sociedad en la que haya oportunidades para todos, donde la vivienda no sea una utopía y donde se pueda vivir de forma digna y la burocracia no sea una pesadilla. Con un Estado que regule, pero no interfiera y ponga las herramientas necesarias para la actividad económica.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Guitarrista de rock.

¿Cuáles son sus vicios principales? El tiramisú, el chocolate y los zapatos. Ni siquiera por ese orden. Si hablamos de defectos la lista es inmensa: la pereza, el mal genio o no saber decir las cosas de la forma más adecuada, así para abrir boca.

¿Y sus virtudes? Tendrían que decirlo los demás.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? No sé si me daría tiempo a pensar en nada, la verdad, más allá de tratar de salir a flote como fuera. Si el desenlace fuera inevitable supongo que pensaría en las personas que he querido de verdad.

T. M.