martes, 31 de octubre de 2023

Entrevista capotiana a Javier Mateo Hidalgo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Javier Mateo Hidalgo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Sin duda, elegiría el madrileño Parque del Retiro. Aunque no se considere un lugar propiamente “habitable” como sería un edificio o la misma ciudad de Madrid en que se enclava, supone para mí uno de los lugares que más y mejor me han inspirado como escritor. No ya sólo por la tranquilidad que ofrecen algunos de sus ambientes más íntimos, sino porque dentro de él han surgido buena parte de las ideas que después se han materializado en papel. 

¿Prefiere los animales a la gente? Depende de qué animales y qué gente. No obstante, comparto la idea contenida en la manida frase de “cuanto más conozco al hombre, más quiero a mi perro” —la dijera Diógenes, Federico el Grande o ninguno de los dos—. En muchas ocasiones, los animales en sus actos poseen cualidades más “humanas” que los seres humanos, cada vez más animalizados. Además, con los años, cada vez valoro más la soledad a la compañía. Más que misántropo, se me podría denominar como ermitaño. Me gusta estar en silencio y en casa y, lo bueno de la compañía de los animales, es que no exige la necesidad del habla.

¿Es usted cruel? Al contrario; creo que con el tiempo he ido perdiendo cierta capacidad de liderazgo, en lo que se refiere a someter a los demás a un criterio propio y personal. Antes, de niño y adolescente e, incluso, en la primera juventud, era capaz de sacar proyectos adelante que requiriesen de un grupo de personas. Ahora casi prefiero dejarme mandar y tratar mis propios asuntos “en la sombra”. Llámese comodidad o no querer complicarse más allá de lo estrictamente necesario. Por ello, no podría ser cruel. Si alguna vez lo he sido, me lo ha dado la época de mi infancia. Eso que se dice de que los niños son crueles, en su inconsciencia y egoísmo. Recordar los episodios de este tipo y de esta época me han hecho reconcomerme todos estos años.   

¿Tiene muchos amigos? Creo que soy una persona que empatiza con las personas que conozco, lo que me ha permitido siempre disponer de un abanico de gente cercana. Algunos conocidos se han acabado alejando por imposiciones de la vida y otras nuevas amistades  han llegado. Es difícil mantener el contacto con todo el mundo, aunque uno haga lo posible por ello. No obstante, conservo un círculo íntimo de personas contadas que siempre han estado a mi lado y creo que yo también he estado en el de ellos. ¡Los insobornables!

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La fidelidad, la comprensión y, sobre todo, esa cosa rara de poder quedar con ellos aunque haya pasado un largo periodo de tiempo y que parezca que nos vimos ayer.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? He vivido distintos tipos de decepciones que me han enseñado a darme menos cada vez. Si he pecado de algo siempre ha sido de excesiva confianza en los demás, de la creencia en la bonhomía, más allá de los egoísmos particulares o los malentendidos y prejuicios que provocan determinadas rupturas. Ahora, cada vez más, voy despacio en los acercamientos. Sobre todo al principio. He aprendido a velar en parte mi personalidad, a cuidarme de los otros.

¿Es usted una persona sincera? Lo intento, a pesar de que ello me lleve algún que otro disgusto. No podría ser de otra manera y esto me hace tropezar una y otra vez en las mismas piedras. Pero contra la naturaleza de uno no se puede luchar. Siempre he llevado mal los disfraces sociales, no sé hacer bien de actor real —actor de ficción sí, me gusta mucho el teatro, siempre y cuando sea en un escenario—.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me gusta pasear solo o en buena compañía. Disfrutar de una buena conversación, de un viaje renovador o de lecturas estimulantes, acudir como espectador a conciertos, obras de teatro, líricas,  o proyecciones de películas que aporten algo más allá del mero entretenimiento. Soy partidario de la calidad unida a la idea de evasión, del disfrute.  

¿Qué le da más miedo? Me da miedo tener miedo, en concreto llevo muy mal la incertidumbre como fuente de temor. 

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La ignorancia y quien presume de ella, precisamente por desconocer que es ignorante. Y, por supuesto, me escandaliza que las personas ignorantes ostenten cargos importantes de cara a la sociedad, hasta el punto de que se les acabe valorando. No hay cosa peor que un ignorante que puede dirigir la vida de los demás o interpretar y modificar la Historia y la Cultura. y, cómo no, que se la admire.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? No me lo planteo, pues está en mi forma de ser. De haber nacido de nuevo, habría repetido los mismos patrones. Escribir, pintar, hacer música o transmitir lo que he aprendido de la cultura a través de mi trabajo como profesor es lo que da sentido a mi vida.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Me gusta mucho nadar… ¡y menos mal, porque tendría que haber nadado sí o sí al padecer de escoliosis! También me gustan las caminatas como ya he dicho, ir andando del norte al sur de la ciudad sin importar el origen ni el destino, por el mero disfrute de andar. También acudo semanalmente al gimnasio para hacer más ejercicios de tipo físico, pero no por culto al cuerpo sino por salud.

¿Sabe cocinar? Sí, y lo disfruto mucho, sobre todo si tengo a alguien a quien cocinar. Para mí mismo me da más pereza o hago comida más de batalla.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? ¡Difícil decisión! Salvador Dalí me parece un personaje inagotable. Siempre me ha parecido, desde la infancia. No me caso de investigar en torno a él.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Aunque pueda sonar cursi, la palabra “amor” en cualquiera de sus acepciones. Amor a la vocación, al propio trabajo, a los amigos, a la pareja, a la familia. Poner lo mejor de uno mismo en algo que haga bien a los demás y te haga bien a ti mismo. Sentir que tu vida tiene sentido cada día en lo que hagas, y creer en lo que haces, poner amor en ello, es la mejor de los combustibles para echar a andar.

¿Y la más peligrosa? La “envidia”, que creo que es lo contrario a la palabra “amor”. La segunda lleva a la admiración, al cariño, al deseo de hacer bien las cosas. La primera lleva a la rivalidad, a la enemistad, al odio.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Mentalmente muchas, no lo voy a negar. La palabra “matar” suena muy fuerte, pero no puedo soportar lo injusto que hay en las personas, cuando se actúa con mala fe, con egoísmo. La libertad de uno acaba donde termina la del otro, y esto mucha gente no lo entiende o no lo quiere entender.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Siempre me he considerado “apolítico”, aunque cada vez esté más harto de la clase política. Si existiese una “anarquía” que permitiese el buen funcionamiento y respeto hacia las cosas y hacia los demás y, sobre todo, favoreciese la extinción de los políticos, la aprobaría. Los políticos entendidos como los que tenemos ahora, cada vez más volcados a sus propios intereses y hacia “molestar” al otro y no trabajar por el bien común, por lo objetivo.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me hubiese encantado ser compositor o arquitecto. Aunque estudié solfeo y violín durante casi trece años, me hubiese encantado poder llegar al nivel de conocimiento suficiente para transcribir las melodías que pululan por mi mente. Y, de haber podido estudiar otra carrera más, sin duda me hubiese decantado por la de arquitecto. Lo malo es que soy nefasto para la visión espacial y que la arquitectura de ahora me suele provocar rechazo, aunque en distintas ocasiones encuentro edificios actuales verdaderamente loables. Me gusta, en general, la idea de la estética para la vida, que la belleza esté presente en nuestro día a día. 

¿Cuáles son sus vicios principales? Tiendo a procrastinar cada vez más, a pesar de ser bastante productivo. También me gusta dormir hasta el punto de poder despertarme por mi propio pie (lo que casi nunca sucede).

¿Y sus virtudes? Creo que soy paciente y, como he dicho antes, empático. Me considero también sensible (soy capaz de llorar hasta con una película de Buñuel).

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Seguramente, vería cuadros de temporales y naufragios al estilo de los pintados por Turner. 

T. M.