lunes, 11 de marzo de 2024

Entrevista capotiana a Iván Ledesma

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Iván Ledesma.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? ¿Le parece poco el estar ya atrapado en esta insignificante mota de polvo perdida en el inconmensurable vacío infinito del cosmos? Pedantería de broma aparte, si tuviera que estar en un sitio por siempre jamás, tipo atrapado sin poder salir… que sea un resort de lujo en un entorno montañoso idílico, con sus piscinas climatizadas, su biblioteca, su cine, conexión a internet, enormes suites, que pueda venir familia y amigos… Comodidad por favor.

¿Prefiere los animales a la gente? Todos somos animales (Seguro que todos le han respondido algo por el estilo) Prefiero los amigos, sean de la raza que sean. Hay gente que me repugna y animales que me dan miedo.

¿Es usted cruel? Intento no serlo. No siempre me sale bien.

¿Tiene muchos amigos? No. Conocidos y colegas muchísimos. Pero amigos, pocos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Las mismas que llevo tatuadas en la piel. El código bushido en toda su extensión: Justicia, respeto, cortesía, coraje, honor, benevolencia, honestidad y lealtad. Ah, y risas, que, aunque quede fuera del código es tan importante como las demás.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Decepcionar es humano, olvidar y perdonar es divino.

¿Es usted una persona sincera? No, Soy escritor. Vivo en una fantasía constante. Adorno todo lo que explico y exagero cualquier hecho para hacerlo interesante y ameno. Mi trabajo es lo contrario a la sinceridad. Eso no quita que, en lo importante, lo intente.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Como Bukowski, rascándome los sobacos.

¿Qué le da más miedo? Lo que a todos: Una muerte lenta y dolorosa.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandaliza la banalización de las guerras, del terrorismo, de la violencia contra las mujeres, de la anestesia que nos provocan imágenes atroces, noticias terribles, relatos reales espeluznantes, que de tan repetidos y vistos se hacen rutinarios.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Seguir como técnico sanitario, descubrí hace tiempo que cuidar a gente como he hecho muchos años me daba paz interior.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Boxeo. Y largas caminatas.

¿Sabe cocinar? Sí. Pero solo postres y platos que engorden. Y me sale todo bastante bueno para sufrimiento de aquel de mi entorno que pretenda estar a dieta.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Llàtzer Escarceller. Nunca suficientemente recordado.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? PAZ.

¿Y la más peligrosa? CODICIA.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Todos los días. Lo maravilloso de ser un ser racional es que puedo decidir contenerme. Y de hecho lo hago.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Enfadado y desencantado.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Una gaviota. La gente les tiene miedo y asco y no tienen depredadores. Me encanta.

¿Cuáles son sus vicios principales? Soy vago y procrastinador en extremo, divago mucho y me distraigo con cualquier cosa.

¿Y sus virtudes? Como Earl, intento ser mejor persona. Aunque no tengo claro si me sale bien.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Ufff. Una peli autóctona y encima ya la he visto. Vaya tostón. Fuera bromas: espero que sean momentos divertidos y felices con la gente que quiero.

T. M.