Por sí sola, la frase de Hermann Hesse sobre Franz Kafka “Etéreo como un sueño y exacto como un logaritmo” contiene el poder de la síntesis y la precisión que define a un escritor que sigue fascinando como muy pocos en nuestro mundo contemporáneo. Sus obras se reeditan en múltiples formatos, incluidas las adaptaciones al cómic, y tanto sus textos de ficción como los correspondientes a sus papeles de orden personal, esto son, sus diarios y correspondencia, son susceptibles de nuevas interpretaciones que añaden conocimientos tanto como enigmas.
Así, por estar de constante actualidad editorial y por el tópico de que, dado su carácter visionario, fue el escritor paradigmático del siglo XX –lo cual se extiende a un XXI, más si cabe, kafkiano por sus burocracias, abusos de poder y absurdos–, leer sus libros también nos conduce a su Praga natal. De hecho, el visitante que quiera conocer in situ a Kafka de manera vívida, podrá disfrutar en la capital checa del Museo Franz Kafka, en que se puede recorrer su vida, conocer su contexto sociohistórico, ver con detalle cómo era la Praga de su tiempo y contemplar primeras ediciones de sus obras, más un sinfín de documentos, fotografías y material audiovisual gracias a una exposición en penumbra. Además, cerca de este lugar, dentro del inmenso recinto del Castillo de Praga, se puede ir a parar al Callejón del Oro, en una de cuyas casas, de techos bajos y construcción muy humilde, vivió en los años 1916-1917.
Asimismo, para quien guste de recorrer toda la vida y obra a fondo de este genio, hay al alcance una mastodóntica biografía de Reiner Stach que publicó la editorial Acantilado en 2016: “Kafka. Los primeros años. Los años de las decisiones. Los años del conocimiento”. A lo largo de sus páginas el lector verá cómo Kafka pasó una existencia llena de contradicciones y ansiedades. Se trató, como documentan muchos testimonios, de una personalidad bondadosa que amó y temió Praga a la vez; una figura que cada vez se volvió más introspectiva, entregada a sus cuentos y novelas de manera obsesiva, y que se comprometió con varias mujeres para desdecirse al final.
Un autor enamoradizo
Justamente, hubo un libro de Michael Kumpfmüller que ahondó en lo biográfico y amoroso, si bien de modo novelesco, “La grandeza de la vida” (Tusquets, 2016), el cual convertía a Kafka en personaje literario a partir de lo que pudo pensar, hacer, sentir. Todo alrededor de un tiempo muy específico y de una persona que será determinante en la recta final de su vida. Así, lo veíamos en julio de 1923, en la colonia judía de Müritz, a orillas del mar Báltico, en la que estuvo de vacaciones ya enfermo de tuberculosis, atraído por la mujer que conoce allí, la cual ejerce como cocinera pero en realidad es actriz, Dora Diamant. Ésta conoce al “doctor”, como se le llama desde el principio, y queda subyugada por su finura, intensidad y delicadeza.
Es este el mismo magnetismo, en todos los planos, el vivencial y el literario, que exhala Kafka y que tiene su reflejo en tantas ediciones de sus obras y trabajos sobre él. Y de todo ello habrá más que nunca a lo largo del presente año, pues, con el pretexto de que murió hace cien años, en concreto el 3 de junio de 1924, se irán sucediendo libros casi cada mes. Entre los primeros está “Soy Milena de Praga” (Galaxia Gutenberg), de Monika Zgustova. Con esta novela podrá verse al enamoradizo Kafka, que por cierto de joven se sintió fuertemente atraído por dos actrices del teatro yiddish, a lo que le siguieron relaciones que póstumamente derivaron en misterios a los que no todos dan crédito. Tal es el caso de Grete Bloch, amada de Kakfa cuando este estaba comprometido con otra mujer (Felice Bauer), que aseguró en una carta haber tenido un niño con él –sobre el cual, supuestamente, el escritor no sabría nada– y que dio en adopción.
Asimismo, se sabe con certeza que también se interesó por Fanny Reiss, una alumna de su amigo Max Brod de la escuela para refugiados judíos, y que con Julie Wohryzek, a la que conoció en una pensión del Tirol italiano, llegó a acordar planes de boda. Pero Kafka, deseoso de soledad, se torturaba diciéndose que no estaba dotado para convertirse en marido y que, a menudo, se ennoviaba más por carta que de forma presencial, solapando sus amoríos: estando comprometido, se enamoró de la traductora Milena Jesenská, aunque tampoco se abriría un futuro claro entre los dos. Zgustova habla de esta mujer, traductora y escritora de gran coraje, de su postura política de defensa del feminismo y de su oposición al régimen de Hitler.
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