El peligro de un éxito rotundo puede ser tan desconcertante como absurdo. Nos referimos a ese éxito de la mercadotecnia editorial y de la crítica literaria que tiene a bien descubrir la penúltima gran promesa bisoña, al hilo de cómo la hipérbole caprichosa se posó en la californiana Emma Cline (1989), de tal modo que su buen debut narrativo obtenía un beneplácito desproporcionado. Con “Las chicas”, Cline recibió elogios de colegas prestigiosos, como Richard Ford, y un interés de un montón de editoriales internacionales. Mucho ruido para no pocas nueces, sin embargo, pues la historia salía de una mano madura que sabía ahondar en las inseguridades y anhelos de su protagonista, la adolescente Evie, y el clima seductor que despertaba el hallazgo de una comuna.
La autora se inspiraba en el clan del asesino Charles Mason para contar cómo Evie quedaba fascinada por otra chica del grupo, y ahora, con «La invitada» (traducción de Inga Pellissa), Cline vuelve a incidir en el desconcierto de una joven, llamada Alex, que veranea en Long Island hasta que su adinerado amante la echa de su casa tras haberlo avergonzado en una fiesta. La escritora ha concebido un personaje oscuro y autodestructivo de alguna forma, que usa su belleza para seducir y tiene tendencias cleptómanas. Parece un relato introspectivo de una muchacha que va a la deriva pero, ciertamente, la novela alcanza tintes de misterio desde el momento en que Alex se plantea recuperar a su pareja –lo cual querrá hacer cinco jornadas después, en el Día del Trabajo– en una especie de huida hacia adelante que va directa a la nada.
Los críticos la han relacionado con la narrativa de Patricia Highsmith, y en realidad tiene este personaje también concomitancias con la propia vida de la narradora de Texas, como su obsesión por hacer extrañas listas de cosas a hacer o ya hechas y demás rarezas. Pero, ciertamente, algo tiene Alex de Tom Ripley, de sinvergüenza que se cuela en situaciones que le permitan aprovecharse de los demás con discreción y sin escrúpulos. Aunque sea, en este caso, con una excusa amatoria.
Publicado en La Razón, 21-IX-2024