miércoles, 4 de diciembre de 2024

Entrevista capotiana a Estela Puyuelo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Estela Puyuelo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Me quedaría en Labata, el pueblo de donde procede mi familia paterna, situado en el corazón de la sierra Guara. Mi padre ha restaurado la casa familiar a lo largo de los años y acudimos con asiduidad. De niña descubrí el sabor de la libertad cuando jugaba semisalvaje en su rico entorno natural. Todo en Labata es tan antiguo que, si te tumbas en en suelo, puedes oír cómo late el Universo.

¿Prefiere los animales a la gente? Me encanta pasear por el monte porque ahí no existe la soledad. Los animales te acompañan pero no entorpecen tu camino. No me ocurre lo mismo con todas las personas.

¿Es usted cruel? Con los años he aprendido a defenderme a mí misma, a luchar por lo que creo que es justo con uñas y dientes. Siento que el rol de la mujer-princesa se ha ido transformando en mí, progresivamente, en el rol de la mujer-sabia y esta señora que ahora me habita sabe poner los puntos sobre las íes. Pero siguen sin gustarme los enfrentamientos, las discusiones... No puedo definirme como una persona cruel. Algo dentro de mí me impulsa a perdonar, a compadecer, a desear el bien, incluso, a mis enemigos.

¿Tiene muchos amigos? Pocos, pero cocinados a fuego muy lento, a prueba de traiciones, celos, distancias y enfados.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Mis mejores amigos son personas tolerantes, que saben escuchar, algo excéntricos, divertidos, dotados de una gran sabiduría y capacidad de análisis, muy inteligentes pero no sabiondos. Aunque, ante todo y sobre todo busco rodearme de buenas personas.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Cuando un amigo me decepciona comprendo que nunca lo fue. No me gustan las relaciones tóxicas, aunque sé perdonar.

¿Es usted una persona sincera? Soy sincera dentro de mi círculo de confianza. Fuera de él, a veces, me invento personajes y actúo sin el menor escrúpulo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escribo, leo, hago yoga, paseo por el monte, quedo con amigos.

¿Qué le da más miedo? Siempre me han dado mucho miedo dos estados: la soledad y la enfermedad, pero ahora me preocupa más cómo afrontar la muerte de mis seres queridos. Llevo un tiempo preparándome para este trance tan terrible.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandaliza cómo el poder corrompe al ser humano.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me hubiera muerto de pena e inanición. No, en serio. Seguiría siendo profesora de Literatura. Pero, en definitiva, no sé si podría sobrevivir sin el auspicio de esta disciplina, en todas sus versiones. 

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Yoga y senderismo.

¿Sabe cocinar? Cuezo y aso.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Me encantaría escribir sobre una de mis dos abuelas o sobre Joaquín Costa o sobre Marcial. Pero, seguramente, escribiría sobre Federico García Lorca.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Mamá.

¿Y la más peligrosa? Sí.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, porque no se me ha dado la circunstancia.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy de izquierdas. Observo con preocupación el avance de la ultraderecha en el mundo.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me gustaría ser actriz. Es  fascinante que las personas puedan reinventarse.

¿Cuáles son sus vicios principales? Trabajo demasiado. El problema es que mi trabajo también es mi pasatiempo preferido.

¿Y sus virtudes? Nunca me aburro. Jamás.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? A veces sueño que no puedo respirar. Es una situación angustiosa, horrible. Trato de tomar aire repetidamente pero no lo consigo. Mis pulmones se contraen como un pez fuera del agua. Cuando creo que voy a desfallecer, me doy cuenta de que, en realidad, puedo respirar bajo el agua. Entonces me relajo y me siento muy feliz, como si lograra dormirme después de muchas horas de insomnio. Si tuviera que escribir un guion de cine y mostrar en imágenes lo que me pasaría por la mente en ese momento, escribiría lo siguiente: La cámara se sumerge despacio dentro de una piscina. Todo es azul, debido al color de la pintura, y se ven las sombras de las ondas que hace el agua en las paredes y los reflejos del sol, que penetra desde la superficie. Después, el agua se agita, se va volviendo turbia y se desenfoca el objetivo hasta no verse nada. Entonces, aparezco montada en un triciclo, a toda velocidad, en un parque desconocido (el paisaje queda difuminado). A continuación se ve la imagen de una lavadora dando vueltas lentamente. Luego aparezco con mi familia posando para una foto el día de Nochebuena, todos sentados a la mesa. Más tarde me veo tomando algo con mis amigas en una cafetería. La cámara enfoca ahora interior de una taza de té. Y, finalmente, se sitúa en el suelo, donde comienzan a caer, uno a uno, varios libros de una estantería. El último de ellos se abre y la cámara se acerca para mostrar la página que ha quedado al descubierto y muestra la imagen fija una pareja de enamorados que pasean por un bosque tomados de la mano, pero no se les ve la cara porque están de espaldas. La foto se va desenfocando hasta que toda la pantalla queda en blanco. Fin.

T. M.