En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Susana Hornos.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La granja donde viví hasta los dieciocho años
con mi familia, a unos kilómetros de Logroño. Al crecer la ciudad y ser terreno
rústico, nos tuvimos que ir, hoy es una mole de pisos. Yo sigo viendo las ovejas,
mis gallinas, los perros ladrando, las adelfas de colores y a mi abuela Cresten con la manguera. Podría
vivir siempre ahí hasta el infinito. No extrañaría nada.
¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a
la gente aunque amo a los animales. Pero prefiero a los animales a un fascista,
un Trump, un Milei o un Abascal, incluso a las alimañas.
¿Es usted cruel? No. No me enorgullezco de
ello. Me hubiera gustado en algún momento de mi vida serlo. Aún estoy a tiempo
supongo.
¿Tiene muchos amigos? Sí, muchos
y de muchas partes del mundo que es algo con lo que disfruto, crezco y sobre
todo me llena de alegría.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Hoy en día he
cambiado, busco sobre todo que respeten mis tiempos, soy muy huidiza y
ermitaña, ellos lo saben, saben que necesito desaparecer, que me cuesta estar
siempre, mis verdaderos amigos me conocen, lo aceptan y no insisten.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Estoy echando la
vista atrás mientras te contesto tratando de recordar. El año pasado viví una decepción
muy dura por parte de un amigo, tanto mío como de mi familia, pero lo que
al final descubres es que nunca fue un
amigo. Así que no sé si encajaría aquí.
También cuando falleció mi marido, mucha gente de nuestro alrededor
desapareció, pero él ya me había advertido que eso iba a ocurrir, así que me
había preparado para la decepción, me defendí antes, me limité a sonreír y
pensar que hay cosas que son irremediables, y está bien que así sea.
¿Es usted una persona sincera? No
siempre, soy más directa que sincera. A veces el evitar el conflicto te hace
guardarte cosas, aunque a la vez muchas compañeras me preguntan a mí dicen
porque saben que no ando con paños
calientes. Eso suele ayudar mucho en las relaciones, a la larga, la
franqueza, aunque toque digerirla en el presente, se agradece después.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Principalmente
leyendo y viendo amigas, adoro también tiempo de calidad con mis padres en
Fuenmayor o Logroño, camino horas siempre que puedo y me gusta el deporte. Irme
sola al cine también me encanta.
¿Qué le da más miedo? Hoy, gente
joven votando al fascismo sin saber siquiera lo que fue y es. Chicos jóvenes
dando palizas a chicos jóvenes al grito de ¡maricón! Chicas jóvenes hablando
de feminazis y repitiendo esquemas de machismos que creíamos superados.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Escandalizar nada que recuerde, pero sí me repelen algunos actos, por ejemplo lo de Ana Obregon, el circo, el uso de la muerte…no lo digiero. Mis padres han vivido la perdida de una hija y no hay día que no me den una lección de vida, por supuesto, con todo el desgarro y la tristiza infinita que deberán soportar siempre; justo porque sé lo que es el dolor, no digiero que alguien utilece la perdida con ese mercantilismo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Voy al
gimnasio donde puedo hacer pilates, nadar o spinning, pero también voy a kick
boxing y voy a retomar tiro al arco (ya tengo mi licencia) y soy pesada, pero
soy de caminar mucho.
¿Sabe cocinar? Amo cocinar, unas cosas
mejor que otras… pero me defiendo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Caridad
Mercader. No tanto por inolvidable pero me ocurre como con Hildegart (La virgen
roja, ¡vayan a verla!) me produce escalofríos y una profunda curiosidad su vida,
todas las traiciones que vivió y cometió, la relación con sus hijos, con el
exilio y te diría con el odio. Volvemos a él.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Salud. Cuando no está, la esperanza tampoco.
¿Y la más peligrosa? Dos:
Fascismo. Miedo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, en realidad lo
que he querido es que desapareciera. Sufrí su acoso durante más de dos años, en
sueños lo mataba para que el miedo se me fuera…
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Memoria, Izquierda y
Feminismo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Arquitecta
o algo relacionado con la construcción. Me compro cuadernos de cuadraditos y
sueño y hago planos de casas imaginadas, hasta adoro el olor a cemento húmedo
de las obras.
¿Cuáles son sus vicios principales? Vino de Rioja, es un
vicio y es un placer. O un Malbec argentino, un Mencía del Bierzo, un Ribera,
un somontano de Aragón….y caminar, si estoy más de dos o tres días sin caminar
me vuelvo irascible. Y el bacalao a la
riojana de mi madre.
¿Y sus virtudes? Disciplina y
escucha. Todo lo demás sube y baja. Pero de estas dos puedo sentirme orgullosa.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mi hermana
y mi marido riéndose. Ojalá volver a estar con ellos. Así me iría llena de paz
y amor. También vería una niña con sus dos coletas rubias subida a lomos de un
mastín y saltándole las lagrimas de la risa entre el romero y la jara extremeña.
T. M.